Dejar ir a la banda más importante de la historia de la música contemporánea nunca fue la tarea más fácil. Paul lo sabía y la crítica también, por lo que el duro golpe que recibieron los primeros discos solistas del ex beatle fueron quizás uno de los golpes necesarios para que el músico se replanteara el por qué se dedicaba a la música. Fue así como en 1971 el primer álbum de Wings le recordaría a uno de los artistas más fascinantes de todos los tiempos la felicidad de componer e interpretar por mera diversión.
Por José Tomás Prado
La despedida de los cuatro fantásticos dejó a uno de sus líderes con una severa depresión que solo supo curar con composiciones que soltaron lo más profundo de sus sentimientos en dos álbumes que pese a gozar de buenas ventas, no lograban convencer a la prensa especializada de la época.
Pensar hoy en McCartney (1970) o RAM (1971) es acoger con cariño canciones que pasarían a la posteridad como obras cumbres de una envidiable y exitosa carrera solista, pero en su momento, las feroces críticas no permitieron la tranquilidad de una personalidad que parecía ser sometida a juicios que pasaban por alto su importante legado.
Por primera vez, la mano de su eterno compañero no estaba presente para llevar a un lugar cómodo las miles de ideas que McCartney tenía en su cabeza. Así, el instinto se encargó de guiar los pasajes hermosos que adornaron canciones como Maybe I'm Amazed o Uncle Albert dentro de un arduo trabajo de dos años donde, según reveló años después, la pena lo estaba volviendo "prácticamente un loco".
La calidez en su vida por ese entonces (y durante varios años) tuvo nombre y apellido: Linda McCartney. La inclusión de su esposa en su trabajo partió en las grabaciones de RAM, donde las primeras composiciones de Linda deslumbraron a Paul a tal punto que se convenció a si mismo de iniciar una nueva banda donde se encargaría personalmente de enseñarle lo básico para poder interpretar nuevas canciones en vivo y poder aportar en los procesos de composición.
Con la ayuda del baterista Danny Seiwell y el guitarrista Denny Laine, Paul se encargó de definir los parámetros que convertirían un año de arduo trabajo en la siguiente página de su vida post Beatles. Adoptando el nombre "Wings", la agrupación presentaría 10 canciones que tomarían la forma de un álbum titulado Wild Life, presentado oficialmente al mundo un 7 de diciembre de 1971.
La última pieza en el rompecabezas sería el guitarrista Henry McCollough, quien cerraría un quinteto poderoso que para el año siguiente ya se encontraría presentándose en vivo por diversas universidades británicas ante público de no más de 700 personas. Era como empezar desde cero y eso a Paul lo fascinaba.
La preparación dotó de confianza a Linda sobre el escenario y le demostró a Paul que no era necesario preocuparse por el qué dirán de los medios. Una gira de 25 conciertos por Europa le mostró al mundo que la banda estaba preparada para cualquier batalla sin tener la necesidad de abordar el cancionero Beatle. Los éxitos continuarían con Red Rose Speedway, el segundo álbum de la banda y el primero en lograr grandes números en las listas de la época con clásicos como "My Love" y "Live and Let Die", que incluso logró una nominación al premio de la academia por su inclusión en la película homónima de James Bond.
La salida de McCollough y Seiwell no frenó al conjunto, que vieron cómo el segundo trabajo de estudio lograba rápidamente la certificación de platino y los enmarcaba en un camino que posteriormente pondría a la banda en amplias giras por estadios. Los años venideros cosecharon álbumes que dotaron de clásicos atemporales el ya extenso cancionero del hombre nacido en Liverpool, permitiendo que obras como "Wings At The Speed of Sound" o "Venus And Mars" fueran parte de una seguidilla de 6 álbumes con la certificación platino en el lapsus de 10 años de una estupenda carrera.
Para 1980, Paul ya se encontraba realizado con su nueva banda y se enfocó en un nuevo trabajo solista que se condensaría en McCartney II. La alegría de recorrer el mundo nuevamente gracias a una banda dotada de talento y amor recargó de energías al ya veterano músico, que supo decir basta en el momento en que las ventas de "Back to The Egg" no demostraron lo esperado, pese a la colaboración de figuras como Pete Townshend, John Paul Jones y David Gilmour.
Finalmente, Wings se disolvería en abril de 1981 tras discusiones en torno a regalías entre sus integrantes, pero con la tranquilidad de un trabajo bien hecho que por entonces parecía haber alcanzado su techo con total tranquilidad. Así, Paul tuvo ese empujón extra para continuar su carrera y enfrentar con la mejor energía una década de los 80 que lo mantendría en la cúspide de la música popular.
Lo mejor de la gran carrera del músico detrás de una de las revoluciones artísticas más importantes de la historia tendrá su verdadera parada en nuestro país el próximo 11 de abril, cuando Paul McCartney se reencuentre con sus fanáticos chilenos para reventar de energía rockera el Estadio Monumental. Una cita que de seguro compartirá las cualidades de sus visitas anteriores para convertirse en una noche inolvidable.