Una luz en la oscuridad: Molchat Doma encendió la energía post-punk en Basel

Molchat Doma llega a esta nueva etapa con Белая Полоса, Belaya Polosa lanzado el 6 de septiembre de 2024 como carta de presentación. Tras haber vivido un tiempo en EEUU, el trío bielorruso mantuvo su melancolía característica pero abrió su paleta sonora: drum machines más marcadas, sintetizadores expansivos y arreglos que invitan al movimiento, en el fondo, un tono mucho más occidental que el que venían haciendo en sus discos anteriores. El cambio no borra la frialdad del post-punk que los hizo famosos; la pule, la hace más grande y —sí— un poco más bailable. Esa combinación de nostalgia y pulso contemporáneo fue la promesa que muchos vinieron a comprobar anoche.

Por: Gabriela Torres

Fotos: Nelson Galaz

En Basel, Mall Barrio Independencia, el trío demostró que la promesa se cumple en vivo. La noche arrancó con una intro que tensó el aire y dejó la sala a la espera; luego vino “КОЛЕСОМ”, tema del último disco, que apareció como un disparo: bajos directos, sintetizadores que invitan a la pista desde la primera nota. El sonido, pese a las complicaciones espaciales de Basel, se sintió potente y envolvente; la banda supo domar el recinto hasta lograr un muro sonoro que, en vez de aplastar, invitaba a moverse.

La segunda canción, “ТЫ ЖЕ НЕ ЗНАЕШЬ КТО Я”, elevó de inmediato la adrenalina. Fue el momento en que el público comenzó a saltar y a cantar por instinto; las palabras podían no ser comprendidas por la mayoría, pero la melodía y el empuje rítmico bastaron para arrancar el coro. Entonces llegó lo que muchos esperaban: “III”, la tercera pista del set, un guiño para los entendidos, que activó una energía colectiva. Egor Shkutko, con sus pasos de baile singulares y su presencia contenida, contagió a la sala; en cuestión de segundos todo Basel estaba en movimiento.

A partir de ahí el set mostró la doble cara del grupo: momentos de empuje rítmico y otros de pureza melancólica. “ДОМА МОЛЧАТ” y “НЕ ВДВОЁМ” afianzaron la atmósfera sombría, mientras “ОБРЕЧЁН” y la propia “БЕЛАЯ ПОЛОСА” ofrecían pasajes más melódicos, de caja sonora amplia y reflexiva. El público se dejó llevar en ambos registros; la intensidad se traducía en saltos que hacían vibrar el suelo y en coros que se unían aunque el idioma fuera ajeno: aquí quedó en evidencia algo notable de la noche —la devoción de los fans, que cantan y corean como si entendieran cada verso.

Con “ЧЁРНЫЕ ЦВЕТЫ”, “СОН / SON” y “ВОЛНЫ”, Molchat Doma retomó el pulso hipnótico: capas de sintetizador, líneas de bajo que hicieron retumbar el suelo del recinto, y un universo sonoro que envolvía. Hubo momentos en que la sala pareció fundirse con la electrónica: golpes precisos, luces frías y humo que hacía desaparecer la distancia entre escenario y público. Luego vinieron los clásicos que la gente esperaba como himnos: “ЛЮДИ НАДОЕЛИ”, “Я ТАК УСТАЛ” y la celebrada “ДИСКОТЕКА”, temas que convirtieron la pista en una suerte de baile colectivo, con gritos y aplausos que respondían a cada quiebre.

Molchat Doma se permitió también bajar la intensidad para recobrar aire; “НА ДНЕ” y “БЕЗНАДЁЖНЫЙ ВАЛЬС” trajeron un respiro elegante, una parte más íntima del repertorio, antes de acelerar nuevamente con “КЛЕТКА”, que cerró la primera parte del show con una descarga de tensión y ritmo. Se notó una precisión en la mezcla: cada capa tenía su espacio, y el teclado o las percusiones no se pisaban entre sí, lo que confirmó el control del sonido por parte de la banda y la producción.

En el encore, la banda volvió con una nueva intro, desplegando “ТОСКА”, que sonó casi como una plegaria electrónica; siguió “ТАНЦЕВАТЬ”, que volvió a incentivar el cuerpo; y el cierre fue con la ineludible “СУДНО (С БОРИСОМ РЫЖИМ)”, el himno que hizo viralizarse al grupo a nivel global, y que logró que muchos pensáramos que el recinto se caería dado al energía al saltar del público. No era necesario entender las palabras para sentir el coro colectivo. Egor, entre aplausos, soltó un escueto “Muchas gracias” en español, gesto que arrancó vítores y un coro final que duró varios minutos.

Si algo faltó —y es justo mencionarlo— fue un componente visual más trabajado: una proyección con el nombre de la banda o visuales que acompañaran el viaje habría dado un plus. El humo y las luces hicieron su trabajo, pero a ratos los integrantes se perdían en la penumbra y el espectáculo, elemento que, a pesar de esto, da a entender lo que es la banda, una luz en la oscuridad que gracias a su sonido, jamás se perdían. Aun así, esa carencia no logró empañar el impacto: el show fue 100% disfrutado por la audiencia, que se movió, coreó y celebró.

Molchat Doma confirmó en Santiago que su tránsito hacia una paleta más rítmica y algo “disco”, no los transforma en una banda pop: siguen siendo cercanos a una melancolía oscura, pero ahora con la capacidad de encender una pista. El resultado es un set que respeta la tradición del post-punk frío y lo expande hacia una experiencia física y colectiva. Anoche, en Basel, la oscuridad fue interrumpida por esa luz: guitarras frías, sintetizadores punzantes y un público que, aunque mayoritariamente no entiende ruso, corea como si lo hiciera. Eso, más que cualquier parafernalia, es la prueba de su fuerza.

MOLCHAT DOMA