Macha y el Bloque Depresivo: la melancolía se tomó el Estadio Nacional

Llevar una música nacida en la penumbra de bares y mesas compartidas hasta el Estadio Nacional implicaba algo más que amplificación y logística. Para Macha y el Bloque Depresivo, el desafío era otro: comprobar si una obra construida desde la fragilidad podía sostenerse en el espacio más grande del país sin perder su pulso humano. La respuesta llegó rápido y desde las graderías.

Por: Gabriela Torres

Fotos: Agustín León

Desde los primeros acordes, el concierto se definió más como un momento colectivo. Todo el Estadio Nacional funcionó como un solo cuerpo cantando, respirando y sosteniendo canciones que, en su origen, parecían hechas para espacios pequeños. Esa energía se sintió desde el principio y a lo largo de todo el show, incluso en sus momentos más extensos y emocionalmente densos.

El repertorio —boleros, valses, lamentos y amores rotos— encontró una nueva lectura en la escala masiva. Lejos de diluirse, las canciones ganaron espesor al ser cantadas por miles de voces. Anoche vivimos un cancionero conocido, querido y vivido por el público.
Álvaro Henríquez se integró como quien entra a una conversación ya iniciada, aportando una carga simbólica que dialoga con una historia musical compartida. Más adelante, Santa Feria desplazó momentáneamente el eje hacia lo festivo, activando el cuerpo y el baile sin borrar la melancolía de fondo. La participación del vocalista de Movimiento Original amplió aún más la representación del público que se vio reflejada en el escenario, en este momento el el público confirmando que el proyecto de Macha opera desde un lugar transversal, donde las etiquetas pierden peso.

El cierre trajo el gesto más inesperado. La aparición de Manu Chao funcionó menos como sorpresa y más como declaración: una afinidad que va más allá del escenario, conectando sensibilidades, discursos y formas de entender la música como espacio político y comunitario.

Las luces, los tiempos y el ritmo del show estuvieron siempre al servicio de las canciones y de la respuesta del público. Por momentos, el estadio pareció encogerse, devolviendo la sensación de cercanía que dio origen al proyecto.

Lo de anoche no fue solo un hito en la carrera de Macha y el Bloque Depresivo; fue un momento de compartir, como chilenos, la confirmación de un show completo, con sorpresas y emociones a flor de piel. En tiempos donde lo masivo suele exigir exceso, esta presentación demostró que la honestidad —cuando es real— también puede llenar estadios.