Han pasado quince años desde que Stereolab lanzó su último álbum de estudio, y si algo nos recuerda Instant Holograms on Metal Film es que algunas bandas no envejecen: maduran. Este disco no es una copia restaurada de sus años de gloria ni una reinvención radical. Es, más bien, una elegante reafirmación de todo aquello que los hace únicos. Como si la banda nunca se hubiese ido, regresan con un trabajo que suena tan fresco como familiar, tan contemplativo como juguetón.
Por: Joaquín Bravo
Desde los primeros segundos de "Mystical Plosives" queda claro que el Groop no ha perdido el pulso de su característico equilibrio entre lo electrónico y lo orgánico. Los sintetizadores siguen flotando con esa mezcla de optimismo retrofuturista y melancolía robótica, pero esta vez se funden con arreglos de metales, órganos y pasajes orquestales que dotan a las canciones de un dramatismo sutil. Temas como “Le Coeur Et La Force” o “Electrified Teenybop” ejemplifican esta síntesis sonora con una gracia casi cinematográfica.
Pero lo más notable de este álbum es cómo permite que las ideas respiren. Canciones como “Melodie Is a Wound” o “Immortal Hands” se alejan de la estructura tradicional para explorar, pequeños desvíos jam que juegan con la repetición, la adición y la sustracción de elementos, como si cada track fuera un laboratorio sonoro en miniatura. Esta libertad les sienta bien: no hay prisa, pero tampoco estancamiento.
Hay algo profundamente táctil en cómo suena este disco. Los tonos cálidos del órgano, la percusión motorik que todavía vibra con vida, y esas voces fantasmas de Lætitia Sadier (eternamente etéreas, pero aquí cargadas de una serenidad firme) contribuyen a una experiencia auditiva envolvente. No se trata solo de escuchar, sino de habitar este álbum. Es música que se construye lentamente sobre sí misma, creando un espacio-tiempo paralelo donde el pop, el krautrock y la bossa se cruzan sin conflictos.
¿Es este su mejor trabajo? Tal vez no alcance la perfección melódica de Dots and Loops o la ambición jazzística de Sound-Dust, pero no necesita hacerlo. Este álbum no busca superar su legado, sino expandirlo. La producción es impecable, sí, pero lo realmente valioso está en esa sensación de reencuentro: el confort de volver a una voz amiga que, lejos de repetir fórmulas, sigue teniendo algo que decir. Quizás el único reparo sea una cierta uniformidad tímbrica entre algunos tracks, que puede hacer que ciertas secciones se desdibujen en la escucha continua. Sin embargo, es un pequeño precio que pagar por un conjunto que, en su mejor momento, roza lo hipnótico.
En tiempos de sobreproducción impersonal y algoritmos melódicos sin alma, Instant Holograms on Metal Film es un recordatorio de que los sintetizadores también pueden ser profundamente humanos. Y que a veces, todo lo que necesitamos es que Stereolab vuelva a sonar como Stereolab.
El lanzamiento de este disco coincidió con una de las noticias más celebradas por sus seguidores chilenos: el anuncio de su regreso a Santiago.
Hoy, con Instant Holograms on Metal Film bajo el brazo, la expectativa se eleva. No solo porque el nuevo material merece ser escuchado en vivo, sino porque sabemos que Stereolab no da conciertos: ofrece viajes. Ojalá esta vez el holograma se materialice con más frecuencia. Y que el Groop siga girando.