El frío otoñal se disolvió en la fila que rodeaba el Teatro Caupolicán. Eran cerca de las 19:30 horas y, pese a la brisa helada, nadie parecía tener frío. Jóvenes entre los 20 y 40 años—con sus chaquetas de mezclilla, brillantina en el rostro, piercings relucientes y cabelleras teñidas de colores imposibles—esperaban con una mezcla de ansiedad y ternura que comenzara uno de los conciertos más esperados del mes: el regreso de Alex Anwandter a los escenarios santiaguinos.
Por: Paloma Campos
Fotos: Ronnie Zuñiga
Muchos parecían haber llegado directamente desde sus trabajos, con mochilas al hombro, rostros cansados pero iluminados por la emoción. Un grupo coreaba viejos temas para calentar el ambiente, otros simplemente observaban, en silencio, como quien se prepara para un rito íntimo. Porque más que un espectáculo, lo de Alex es una ceremonia. Y este viernes no sería la excepción.
A las 20:15, las luces del Caupolicán se atenuaron y un murmullo eléctrico recorrió la multitud. “¿Están llorando ya?”, preguntó desde el escenario, anticipando lo inevitable. Vestido de traje y flor, con su rostro pintado completamente de blanco y los labios teñidos de un rojo oscuro, Alex Anwandter apareció como un mimo moderno, serio y etéreo, dispuesto a regalarnos dos horas de catarsis colectiva.
La escenografía parecía sacada de un sueño: una mezcla entre oficina retro y office siren, con detalles que remiten a una estética clásica pero brillante, acentuando ese aire de arte pop con sabor a los años 60 que tanto caracteriza su propuesta visual. Desde el primer acorde del piano, Anwandter conectó con su público en una complicidad conmovedora. Mujeres y hombres cantaban al unísono, casi con devoción, letras que hablaban de amores rotos, luchas colectivas y la eterna búsqueda de un lugar seguro en el mundo.
“Cordillera”, una canción que no cantaba hace tiempo, sonó como una declaración de principios. “De pelear por un país que queremos y pelear por un país que casi logramos tener”, entonó Alex, y el teatro se estremeció. No fue la única joya rescatada del pasado. El artista navegó por su discografía con maestría, desde los himnos de Rebeldes hasta los más recientes experimentos de El diablo en el cuerpo, pasando, por supuesto, por clásicos como Tatuaje, con los que terminó de sellar el vínculo indeleble con sus seguidores . Entre el público, muchas lágrimas. Y no de tristeza, sino de belleza abrumadora. Constanza Quezada, una fan que logró su entrada gracias a un concurso, resumió la experiencia con emoción: "Me emociona mucho. Uno ya está viejo, uno se emociona, uno llora. Al Alex lo seguimos desde Teleradio Donoso, hace ya mucho tiempo. Me emociona mucho, me han pasado tantas cosas malas este año, y venir a ver el show de Alex es precioso, es muy dramático, muy arte, y me encanta. Es como un cariñito al corazón. Como que una llora... Estoy feliz, estoy llorando".
Y es que el show tuvo algo de eso: de abrazo, de cariño. Como si Anwandter supiera que el mundo ha sido duro últimamente, y respondiera con una puesta en escena que mezcla lo teatral, lo sentimental y lo bailable. Porque, pese a las lágrimas, lo que reinó fue el movimiento. El pop se apoderó de los cuerpos y los hizo bailar como si nadie los estuviera viendo. Como si por una vez en la vida, nadie los estuviera juzgando.
La noche se extendió hasta pasadas las 22:00, cerrando una presentación que fue performance, terapia grupal y fiesta emocional. Un viernes para el alma, un descanso necesario para los cuerpos cansados; Siempre es viernes con las canciones de Alex Anwandter, y en el Caupolicán, por un par de horas, esa frase se volvió verdad absoluta.
Setlist
Te enamoraste
Fin de semana en el cielo
Malinche
Tatuaje
Que se acabe el mundo, por favor
Cordillera
Axis mundi
Intentarlo todo de nuevo
Tormenta
Dime precioso
(Live debut)
Vanidad
Baile
Pueblo fantasma
No te puedes escapar
Precipicio
Unx de nosotrxs
Ahora somos dos
Prediciendo la ruina
Gaucho
Traición
Shanana
¿Qué piensas hacer sin mi amor?
Siempre es viernes en mi corazón
Locura
¿Cómo puedes vivir contigo mismo?
Paris, tal vez?
Toda la noche
Galería fotográfica por Ronnie Zuñiga
ALEX ANWANDTER