Han pasado varios años desde que Mac DeMarco entregó un álbum de canciones propiamente dicho. Entre discos instrumentales (Five Easy Hot Dogs), compilaciones gigantescas (One Wayne G) y colecciones de demos, el canadiense parecía haberse alejado de ese espacio donde lo íntimo y lo melódico se encontraban en equilibrio. Esa pausa generó la sensación de que Mac estaba más enfocado en experimentar o incluso en deshacerse del peso de las expectativas, antes que en volver a ese formato clásico que lo convirtió en referente del indie de los últimos quince años. Con Guitar, su sexto trabajo de estudio, DeMarco regresa a ese terreno, pero desde un ángulo más despojado y personal, casi como si quisiera mostrarnos el cuaderno de apuntes más sincero que ha escrito en mucho tiempo.
Por: Joaquín Bravo
Grabado en menos de dos semanas y tocado íntegramente por él mismo, Guitar hace honor a su título: es un disco construido alrededor de la guitarra acústica, con arreglos mínimos y una producción que, aunque suene lo-fi, está cuidada hasta el último detalle. Ese contraste entre crudeza y fineza lo convierte en uno de sus discos más interesantes en términos sonoros. No hay ornamentos innecesarios, lo que escuchamos es a Mac DeMarco en estado puro, dejando que su voz temblorosa y sus acordes marquen la atmósfera. Incluso la portada y los videos (filmados con un trípode en su propia casa) refuerzan esa estética de intimidad doméstica, casi como si escucháramos canciones pensadas para sonar en la sala de estar (de ahí la idea de que Mac para su Tour actual prefiera sitios mas íntimos, como acá en Chile, que muchos reclamaban la ubicación del show, existiendo lugares mas amplios como el Movistar Arena).
Musicalmente, el disco dialoga con This Old Dog y, en ciertos momentos, rescata lo mejor de Here Comes the Cowboy. La diferencia es que aquí la vulnerabilidad se siente más explícita. Canciones como “Punishment”, “Sweeter” o “Home” transmiten una melancolía directa, sin metáforas ni juegos de humor que amortigüen el golpe. La sensación de pérdida y desgaste emocional aparece de manera recurrente, pero siempre envuelta en una calidez acústica que la vuelve cercana en lugar de fría. En piezas como “Rock and Roll” o “Holy” aparecen destellos de ligereza, con guitarras juguetonas y melodías que recuerdan a la faceta más despreocupada de su catálogo, pero incluso en esos momentos el tono general es el de un disco más reflexivo que festivo.
Lo interesante de Guitar es que, pese a ser un álbum austero y monocromático, logra mantener una calidez en todo momento. Parte de esto se debe a la voz de Mac, más frágil y desgastada que en sus primeros discos, lo que suma un aire confesional. Al escucharlo, pareciera que en cada susurro hay un esfuerzo por no quebrarse del todo. Es un disco de madurez, no porque reniegue de su pasado más goofy y relajado, sino porque se atreve a dejarlo en segundo plano para mostrarse con menos máscaras.
Esa sinceridad también aparece en pequeños detalles líricos, las letras parecen menos preocupadas por construir frases memorables y más enfocadas en capturar sentimientos inmediatos, como si Mac prefiriera dejar las emociones fluir antes que trabajarlas demasiado. De ahí que canciones como “Nightmare” o “Terror” funcionen más como viñetas emocionales que como himnos redondos. Mac esta vez no busca generar hits que sean más pegajosos, he ahí por qué este disco se siente tan cálido y personal.
Algunos podrían acusar a Guitar de ser demasiado uniforme o de no arriesgarse lo suficiente, pero ahí radica parte de su encanto, es un álbum hecho sin pretensiones, que fluye como un retrato sonoro del presente de nuestro querido Mac. No busca convertirse en un nuevo Salad Days ni repetir la fórmula que lo hizo ícono del indie hace una década. Más bien, parece aceptar que el tiempo pasó, que la vida cambió, y que la música puede ser simplemente un espacio honesto para procesar esas transformaciones.
Ya para cerrar, Guitar no es un regreso espectacular ni un quiebre radical como muchos esperaban, es un disco más íntimo, más cálido y profundamente personal. Es un Mac que ya no necesita demostrar nada, y que decide regalarnos canciones que funcionan casi como un diario abierto. Cuando Mac baja la velocidad y se sienta a tocar con calma, todavía tiene mucho que decir, incluso si lo hace en voz baja.