Han pasado siete años desde “Sacred Hearts Club” (2017), el último álbum de estudio de Mark Foster y compañía, periodo en los cuales los nativos de Los Ángeles se mantuvieron activos mediante el lanzamiento del EP “In the Darkest of Nights, Let the Birds Sing” (2020) y la reedición del “Torches” (2011) por su décimo aniversario. Sin embargo, para los fanáticos más acérrimos de la banda ya era momento de tomar riesgos y actualizar la discografía, lo cual se concreta con la presentación de “Paradise State of Mind”, la cuarta placa de Foster The People, que en palabras de su propio líder surge de la idea de combinar varios géneros y sonidos retro. Este álbum ve la luz bajo el alero del sello Atlantic Records y cuenta con la producción de Isom Innis, Chrome Sparks y el propio Mark Foster.
Por: Gustavo Inzunza
La canción encargada de abrir el álbum es “See You in the Afterlife”, que de inmediato impregna el ambiente de una vibración funk-disco que en un acto reflejo invita a bailar, pero que se contrapone a una letra cargada de incertidumbre, miedos e inseguridades. “Lost in Space”, el primer sencillo del álbum, continua inmerso en una onda disco que transmite buenas sensaciones, y que además entremezcla en su justa medida una buena dosis de psicodelia y sonidos espaciales. Para bajar las revoluciones hace su aparición “Take Me Back”, el segundo adelanto que dio a conocer la banda el pasado mes de Junio, un tema evidentemente mucho más experimental desde su estructura y unificación de géneros, y más cercano a las melodías nostálgicas y reflexivas. “Let Go” vuelve a transitar caminos mucho más relajados y letras rebosantes de positivismo, con secuencias sonoras que nos transportan a los ochenta y que en su último tramo mutan hacía sonidos robóticos y sintetizados.
“Feed Me” irrumpe con una secuencia creciente de sonidos distorsionados y psicodélicos, con letras cargadas a la era digital en una pseudo declaración de amor robótica. “Paradise State of Mind”, el corte que le da nombre a la placa se tropieza en su experimentación, con un montón de ideas que no terminan por cuajar del todo, manteniendo las energías controladas en base a sonidos que no explotan, una melodía que no logra ser contagiosa y que tampoco convence desde su simpleza, estructurando así uno de los puntos más bajos del álbum. Una mezcolanza de compases, estilos y texturas se hacen presente de la mano de la electrónica y experimental “Glitchzig”, respaldada por una letra que no desentona en su esquizofrenia y la aparición ocasional del sonido de una trompeta que a ratos pareciese ahogarse y desafinar: un viaje completo de psicodelia y experimentación. El pop cristalino de “The Holy Shangri-La” vuelve a poner las cosas en su lugar, con una melodía mucho más cristalina, con matices de funk y soul que trae de vuelta esa remembranza al género disco.
El álbum se mantiene firma en su consigna de experimentación de la mano de “Sometimes I Wanna Be Bad”, donde complementa la propuesta disco con pinceladas de psicodelia, voces susurrantes, secuencias de teclado e incluso un solo de flauta. “Chasing Low Vibrations”, el último sencillo de la placa de inmediato genera buenas sensaciones en función de una melodía llena de optimismo que invita a bailar, y que instrumentalmente destaca por brillantes sonidos sintetizados y una exquisita base de cuerdas. El cierre corre por cuenta de “A Diamond to Be Born”, una rareza de principio a fin, tema que en su primera parte relega el protagonismo a una voz sintetizada y robótica en una suerte de monólogo espacial, para posteriormente explotar hacía una melodía mucho más brillante y dinámica, configurando de esta forma su propio universo de texturas sonoras.
Para comprender en toda su dimensión la búsqueda de Foster The People con este nuevo trabajo, lo primero que hay que hacer es analizar la gráfica del álbum, encargada directamente por Mark Foster y que originalmente correspondía a una pintura al óleo creada por el renombrado artista de Matt Hansel que buscaba capturar la esencia de varios espacios de la mente y hacerlos convivir en pseudo armonía. En este disco no solo confluye la creatividad de Foster a través de un análisis introspectivo y visceral de todas sus experiencias de vida, tanto positivas como negativas, sino que también se encuentra la necesidad de experimentación sonora a través de una mixtura de géneros, entre los que destacan estilos de finales de los setenta, música disco, psicodelia, funk y electrónica. “Paradise State of Mind” es una excelente noticia para los fanáticos del ahora dúo angelino, con una propuesta extremadamente arriesgada que saca excelentes dividendos de su desfachatez y experimentación.