El esperado regreso a Chile de la banda oriunda de Sheffield Bring Me the Horizon, fue todo un exito en el Movistar Arena con un público que los aguardaba ansioso desde su última presentación en 2022. La banda ofreció un espectáculo de primer nivel, demostrando no solo su vigencia, sino también el profundo vínculo con su audiencia local. Los asistentes disfrutaron de una velada inolvidable y un inicio de semana que superó todas las expectativas.
Por: Álvaro Rodríguez
Foto: Agustín León
Bring Me the Horizon es una banda inglesa de rock formada en 2003, liderada por Oli Sykes, un frontman que ha sabido evolucionar junto con el grupo. Con siete álbumes de estudio en su trayectoria, su más reciente trabajo, Post Human: Nex Gen, lanzado este año, representa un cambio significativo en su sonido. Este disco, sucesor de AMO (2019), muestra una faceta más pop rock sin perder la esencia que los caracteriza. La evolución musical de Bring Me the Horizon no solo ha ampliado su base de seguidores, sino que también ha consolidado su posición como una de las bandas más versátiles del género. Su última visita en 2022 dejó una huella en el público chileno, gracias a su participación en el Knotfest y su potente show en el Teatro Caupolicán.
Desde temprano, los fanáticos comenzaron a vivir la previa del espectáculo. Algunos acudieron al aeropuerto para dar la bienvenida a la banda, mostrando el nivel de fidelidad que han cultivado en el país. Otros comenzaron a llenar el Movistar Arena, desafiando el calor y el hecho de que era lunes, para asegurar un lugar privilegiado. Los teloneros estuvieron a la altura de la ocasión: la banda chilena Dead Kings ofreció un sólido inicio con un metal que conectó rápidamente con el público, mientras que The Plot in You, debutando en suelo chileno, entregó un show cargado de energía y técnica. Ambas actuaciones prepararon el terreno para lo que sería una noche inolvidable.
El espectáculo de Bring Me the Horizon fue mucho más que un concierto; fue una experiencia sensorial total. El escenario, diseñado con pantallas gigantes a los lados y al fondo, y una tarima cubierta de LED que se extendía de lado a lado, ofreció un show visual inmersivo. Las luces sincronizadas, el fuego, las bengalas, el humo y los personajes que interactuaban en escena complementaron la narrativa visual inspirada en videojuegos. Cada elemento parecía estar cuidadosamente pensado para cautivar a los asistentes, quienes no podían apartar la vista del escenario. La combinación de elementos audiovisuales y la calidad musical convirtió el espectáculo en algo único.
El show, programado para las 21:00 horas, comenzó con un retraso de 25 minutos. Sin embargo, este contratiempo permitió que los rezagados llegaran a tiempo para disfrutar del concierto desde el principio. Cuando las luces se apagaron, el público reaccionó con un fervor palpable. En las pantallas apareció una introducción inspirada en Final Fantasy, con un botón de "Start" que se mantuvo proyectado durante varios minutos, aumentando la anticipación. El concierto arrancó con "DArkSide", desatando la locura del público y dando inicio a los clásicos mosh pits. Las gráficas del fondo, con ventanales tipo catedral que cambiaban de color en cada canción, crearon un ambiente imponente. A este inicio demoledor le siguieron canciones como "MANTRA", "Happy Song" y "Teardrops", manteniendo la intensidad y el entusiasmo en su punto máximo.
Uno de los momentos más destacados fue "AmEN!", una canción de su último álbum que puso en evidencia la potencia del grupo y la impresionante voz de Oli Sykes. Las pantallas mostraban al vocalista transformándose en demonios mientras el escenario se teñía de rojo y llamas. Este despliegue visual dejó al público sin palabras y elevó el espectáculo a otro nivel. Para mí, como alguien que observaba desde una posición externa, fue imposible no quedar atrapado por la armonía entre lo musical y lo visual. La atención al detalle en cada canción y en cada visual era simplemente alucinante.
Cada miembro de la banda tuvo su momento para brillar. Matt Nicholls, con una energía desbordante, demostró ser el motor rítmico del grupo con una ejecución impecable en la batería. Lee Malia impresionó con sus riffs, su técnica y su interacción en el escenario, mientras Matt Kean aportó un bajo sólido y fundamental que daba cuerpo al sonido característico de la banda. Por su parte, Oli Sykes cautivó con su capacidad vocal, transitando de tonos dulces a gritos desgarradores con una facilidad asombrosa. Su carisma y presencia escénica lo consolidan como uno de los frontmen más carismáticos y versátiles del género.
Bring Me the Horizon reafirmó su posición como una banda consolidada y querida por el público chileno. Su música, letras y puesta en escena son un testimonio de su calidad y profesionalismo. La conexión con sus fanáticos, quienes corearon cada canción con pasión y entusiasmo, fue un recordatorio del vínculo especial que existe entre la banda y su audiencia local. Fue, sin lugar a dudas, uno de los mejores espectáculos del año, una noche mágica que dejó a todos con ganas de repetir la experiencia. Los oriundos de Sheffield no solo ofrecieron un show inolvidable, sino que también dejaron en claro que Chile es, sin duda, su segunda casa.