A eso de las 22.00 hrs del día de ayer en el bar óxido tocó una de las bandas considerada importante dentro del circuito del thrash/speed metal americano, Whiplash. La alineación con más de 40 años de existencia presentó un set de cerca de una hora y media de duración en donde no faltaron hits como “Power Thrashing Death” y “Last Man Alive”, canciones del primer LP de la banda llamado Power and Pain (1985) que hizo emitir intensidad, rapidez y violencia entre el público. Toda una catarsis emocional que se necesitaba experimentar en estas frías noches santiaguinas.
Por Nelson Vallejos
Fotos por The Pichangas
Frente a un expectante Bar óxido la noche de ayer jueves 18 de mayo se presentó la banda norteamericana Whiplash, trío encabezado por Tony Portaro (guitarra y voces), Will Winton (bajo y voces) y Charlie Z (batería) que, en conjunción con sus fans, hicieron remecer un repleto escenario del recinto, el cual con el gran “sold out” de los tickets se pudo sentir la energía y la gran espera que tenía el público por esta visita.
El grupo, enmarcado en su gira Power and Warfare, la cual los trae a Latinoamérica nuevamente a nuestro país después de cinco años junto a la banda colombiana Perpetual Warfare entró al escenario entre ovaciones, incluyendo la escena de Tony Portaro regalando uñetas a los fieles fans que se encontraban en primera fila dentro del recinto, saludándolos con el mítico saludo de puño que nos definió tanto durante la pandemia.
Al ingresar al escenario, empezaron rápidamente los fuegos. Whiplash arrancó su setlist con la canción “Last Man Alive” bajo las rojas luces del escenario del Bar óxido. Instantáneamente el público, como receptor, reaccionó al estímulo que estaban propagando el conjunto formado en Nueva Jersey.
El público definitivamente se robó la noche, generando los míticos “pogos” en cada canción de principio a fin, existiendo personas que pasaban por encima del público hacia el escenario para posteriormente saltar desde la reja hacia nosotros. Tanta era la opresión, la emoción y la energía del publico que en el ambiente existía gente que salía de la parte del escenario y se distribuía por los sectores del bar para poder ver el registro con más espacio.
A la mitad del concierto, era tanta la emoción y energía del público que tuvieron que aparecer guardias para poder establecer orden y no permitir que ocurrieran eventos que fueran desafortunados hacia los músicos, ya que el traslado desde encima de los espectadores hacia el escenario de personas se empezó a hacer común.
Ya en el cierre era posible de interpretar que los músicos con su adrenalina se sorprendían de como el público chileno seguía aguantando y disfrutando cada canción del repertorio, que mientras avanzaba la noche, se hacía sentir cada vez más la intensidad y técnica de los tres intérpretes.
Whiplash nos confirma la premisa de que Chile es uno de los países que más escuchan y disfrutan del metal es cierta. Y a su vez, como estos espacios arman una liturgia entre sus espectadores en donde el darlo todo es ley y la energía y goce colectivo se convierten en grandes estandartes entre los que disfrutamos de la música de manera apasionada e intensa.