La banda oriunda de Texas se presentó por segunda vez en nuestro país el pasado martes en el Club Chocolate. Presentando principalmente composiciones de sus primeros trabajos, la agrupación hizo vibrar al público de Santiago con un brillante show de 90 minutos, marcado principalmente por secciones pausadas y un cierre destructor, lleno de distorsión.
Por: Joaquín Reyes
Foto: Luis Marchant
La presentación de los norteamericanos fue precedida por dos teloneros que se ajustaban bastante bien al estilo de concierto que se iba a presenciar. El proyecto nacional LAKTIK marcó el inicio de la velada con su sonido synthwave, evocando estilos del pasado. Se destacó con una buena propuesta visual y una excelente sintonía entre los dos integrantes del conjunto (Lucas Soffia y Vicente Cuadros). Seguidos por los chilenos, el nicaragüense Jesse Beaman deleitó al público con un set ambient que destacó por su simpleza. Con un teclado acompañado de batería y algunos efectos sencillos, hizo de la previa a TWDY una grata experiencia. Los delicados ritmos fueron acompañados de imágenes de bosques y fuegos artificiales, añadiendo un toque cinematográfico a los temas presentados. Muy cercano al público y sin micrófono, Jesse agradeció a capella al público por el cariño recibido.
Alrededor de las 21:30, aparecieron en el escenario Jeremy Galindo y compañía. Más allá de algunos saludos visuales, no hubo mayor comunicación con el público al principio del show. La banda comenzó con A Three-Legged Workhorse, la primera canción del LP debut de la banda. En los nueve minutos de canción se vivieron distintas sensaciones. El inicio lento y saturante se entrelazó con la aparición de los primeros acordes de guitarra. El golpe del snare de la batería se escuchó de manera limpia en todo el Club durante el inicio del crescendo del tema. El cierre más calmado de la canción funcionó de maravilla para dar paso a uno de los temas más ambient de la banda: Villa del Refugio. La distorsión tenue que va en aumento con el pasar de los minutos sirvió como una pausa para lo que estaba por venir. Si no estaba claro antes, la aparición de este tema dejó claro que la banda, conmemorando 20 años de proyectos musicales, iba a interpretar el disco homónimo en su totalidad.
Threads fue uno de los primeros momentos intensos de la noche. Junto a una iluminación tenue, la canción fue escalando en intensidad hasta el cierre desenfrenado que la caracteriza. La banda, por primera vez en la noche, se movía con libertad (y hasta locura) en su pequeño espacio del escenario. Jeremy Galindo, quien no se despegó de su silla durante toda la noche, parecía estar luchando por levantarse debido a la agitación de su cuerpo mientras tocaba desde su posición sentada. El clímax de la canción fue acompañado de una capa de humo que aportó una sensación épica al ambiente. Los integrantes de la banda, aún en constante movimiento, se iban perdiendo lentamente en la niebla artificial, lo que coincidió con la suave transición final de la composición.
La canción más conocida de los texanos, The Mighty Rio Grande, famosa por su reiterado uso en la película Moneyball, cumplió con la cuota de emotividad que debía tener la velada. Al momento en que la primera nota fue tocada desde la guitarra de Galindo, los espectadores supimos que estábamos a punto de vivir nueve minutos de magia. La batería se destacó por retumbar de una manera que generaba escalofríos, un pilar fundamental en lo que es generar emoción tanto en el cine como en un concierto.
La primera parte del concierto, que consistió en todo el álbum debut, culminó con Burial on the Presidio Banks, una canción que comenzó con un riff melancólico, casi sacado de un western de antaño. A medida que avanzaba la historia, la distorsión de las guitarras y el eco de los platillos retumbaban con más fuerza, todo para finalizar con unos dos minutos de explosividad sonora, perfectamente acompañados por luces que destellaban al ritmo de la música y la única (pero acertada) participación de la pantalla del escenario, cambiando entre blanco y negro en cosa de segundos. Un golpe al oído y al corazón. Posterior a esta canción, Jeremy Galindo dio su único discurso desde el escenario, agradeciendo al público y comentando su felicidad por regresar al país después de ocho años. Se mostró cercano y mencionó que estaría saludando en la zona de merch post-show.
El cierre del concierto estuvo marcado por los mejores éxitos de la banda fuera del álbum homónimo. Comenzaron con The World is Our _ de su primer proyecto Young Mountains. Riffs emotivos y minimalistas formaron parte de esta interpretación. Esta es una de las canciones infaltables en cualquier repertorio de la banda, demostrando cómo una pieza sin letra puede ser un disparo anímico solo con el poder de un acorde y una producción notable. El concierto terminó de manera destructiva con Little Smoke, que durante 8 minutos ensordeció al público presente en el club de Bellavista. Una pared de sonido brutal, acompañada de una distorsión creciente. Los miembros de la banda se movían de un lado a otro como si fuera parte de una escena grunge (incluyendo al guitarrista raspando la guitarra contra su amplificador), y Jeremy Galindo casi volando desde su asiento, siendo controlado por la música. Lo anterior fue la receta final para interpretar una canción que parecía sacada de una película sobre el fin de los días. Un brillante cierre de show.
La presentación dejó la vara alta para lo que serán los conciertos alternativos en 2025. Esperemos que no haya que esperar ocho años para volver a ver a Jeremy y compañía en suelo chileno.
Galería fotográfica por Luis Marchant
LAKTIK
JESSE BEAMAN
THIS WILL DESTROY YOU