Desde que volvieron a su (casi) formación original en 2018, The Smashing Pumpkins no han tenido ningún tiempo muerto. El retorno del consagrado guitarrista James Iha (famoso también por A Perfect Circle) y el tremendo baterista Jimmy Chamberlin vino acompañado de una seguidilla de proyectos extremadamente ambiciosos que obtuvieron una recepción bastante mixta. “Shiny and Oh So Bright” dejó para el recuerdo una serie de temas de rock alternativo bastante inofensivos. Después de este pequeño álbum de media hora, la mente de Billy Corgan comenzó a trabajar al máximo. “Cyr” y “ATUM” son discos que buscaban, en esencia, asemejarse al estilo synth pop que generó revuelo a finales de los 90 con “Adore”. Lamentablemente, la larga duración de ambos proyectos (3h 30 entre los dos) y la producción muy pulida alejaron estos discos de los clásicos del pasado. El “sabor a poco” que ha dejado esta prolífica reunión musical ha generado mucha nostalgia por el sonido explosivo que estaba presente en los mejores discos de la banda. En "Aghori Mhori Mei", los de Chicago buscan conectar con sus espíritus de “Siamese Dream” en la búsqueda por encontrar un estilo más intenso que el que estaban presentando en esta última etapa.
Por Joaquín Reyes
El disco apareció sin previo aviso ni sencillo el viernes pasado. La única información clara que se tenía hasta ese día era que Jeff Schroeder, el guitarrista que más acompañó a Billy en la nueva versión de TSP, no formaba parte de este proyecto luego de su salida de la banda el año pasado. En los meses que precedieron al lanzamiento del disco, se dio a conocer que un álbum estaba en camino, que en las palabras de Corgan iba a ser “un álbum de rock n’ roll puro.” Antes de ingresar de lleno al álbum, uno ya se sorprende con la duración del disco: solo 45 minutos. Una agradable señal de que se priorizará un estilo que vaya más al grano, perdiéndose así las vueltas musicales que sufrían los extensos “ATUM” y “Cyr”.
La consigna adelantada por Billy queda más que clara en la primera canción del álbum. “Edin” comienza con un sutil riff de guitarra que, al incorporarse la batería, comienza a mostrar un tono que recuerda a los discos de los 90 de la banda. El tema, en sus casi siete minutos de duración, nunca se siente tedioso. Con la explosividad de esta, sería una excelente canción para iniciar los conciertos que vayan de la mano con la promoción del disco. “Pentagrams” sigue la idea del tema anterior, con una línea de bajo mucho más presente y la inclusión de teclado. La sutileza sonora de la canción en los versos y las letras de Billy sobre un amor indestructible le aportan un grado de épica cuando esta explota en el coro. El solo de guitarra que tiene la canción es tremendo y ayuda a cerrar todo lo planteado en 6 minutos con un buen final. “Sighommi”, el single con el que se está promocionando el álbum luego de su publicación, concluye que este proyecto tiene el inicio más potente de los Pumpkins en muchos años. De las tres canciones mencionadas, esta tiene el estilo más de los 90. Un riff que recuerda al grunge del pasado, una velocidad en la batería que no se pierde por 3 minutos y un uso de segundas voces sutil que complementa muy bien los gritos de Corgan. “Pentecost” sirve como un buen punto de descanso, tiene un estilo más tranquilo y una línea de piano que le agrega un factor dramático a la canción, pero sin llegar a la intensidad sonora de los temas pasados.
El metal también hace apariciones en este LP. “War Dreams Of Itself” no pierde tiempo en estallar con su acelerado inicio. Jimmy Chamberlin se encarga de dar un ritmo fenomenal en la batería durante toda la canción y la adición de sintetizadores hace que los pasajes más ruidosos del tema tengan un impacto mayor. El estilo es muy reminiscente de “Jellyfish” del Mellon Collie. “Sicarus” tiene un riff sacado del trash metal que parece estar hecho para armar un mosh en Ciudad Empresarial; el mejor uso de la voz de Billy está en los pasajes finales de los coros de esta canción.
Aquí también existen remanentes de la producción de los últimos discos de TSP. “Who Goes There” y el cierre “Murnau” son canciones muy orientadas al synth pop. La última canción se separa completamente de la propuesta establecida al comienzo, con una instrumentación orquestal y un sonido guiado por la suavidad y los espacios sin voz.
Un punto negativo en el álbum, que lamentablemente afecta a la mayoría de las canciones, son las decisiones en la producción. La intensidad de casi todos los temas podría haber alcanzado un nivel superior si los instrumentos tuvieran un sonido más “crudo”, semejante al que la banda tenía en el pasado. Además, la voz de Corgan se pierde en algunos temas. Puede ser por la edad, pero en algunos pasajes del disco se podría haber tomado una mejor decisión sobre cómo presentar la voz del vocalista en ciertas canciones. Finalmente, hubo momentos muy “…And Justice for All”, donde el bajo se escuchaba poco o nada. La mayoría de estos problemas se suelen solucionar cuando las canciones se presentan en vivo, como se demostró con discos anteriores, por ejemplo, en el “The World is a Vampire” tour, por lo que será interesante ver qué canciones se seleccionan para los siguientes conciertos y cómo suenan.
En resumen, Aghori Mhori Mei es un disco que, a pesar de sus lapsus en producción, tiene una serie de temas de alto calibre con un sonido que los fanáticos antiguos de TSP estaban deseando volver a escuchar alguna vez. Los riffs estruendosos volvieron y esperemos que alguno de estos temas diga “presente” en la ya confirmada participación de The Smashing Pumpkins en el festival “Fauna Primavera”, que se desarrollará en noviembre en el parque de Ciudad Empresarial.