The Brian Jonestown Massacre en Chile: También hay silencio en la Blondie

El regreso de The Brian Jonestown Massacre a Chile estuvo marcado por una mezcla de expectación, tensión y momentos de hipnosis. En una noche donde la psicodelia volvió a tomarse Blondie, la banda comandada por Anton Newcombe desplegó su característico muro de sonido entre pausas eternas, ajustes técnicos, tragos al escenario y largos silencios que pusieron a prueba la paciencia del público.

Por Paz Rojas G.

Fotos: Agustín León

El regreso de The Brian Jonestown Massacre a Chile arrastraba una mística especial. No solo por la historia de excesos que rodea a Anton Newcombe, sino también por la expectativa que dejó su último paso por el país. Esta vez, el encuentro fue en Blondie, el pasado jueves 4 de diciembre, con una audiencia que llegó sabiendo que nada estaba completamente garantizado, salvo la incertidumbre.

Desde los primeros minutos, el clima se sintió distinto. La banda abrió con “Whoever You Are” y “Vacuum Boots”, pero el flujo natural del concierto comenzó rápidamente a fragmentarse. A los 20 minutos de iniciado el show, se produjo uno de los primeros quiebres: Anton detuvo todo para reclamar que el seteo del modelador de voces multiefecto no correspondía a su sonido. La banda quedó en pausa mientras técnicos ajustaban parámetros y el público comenzaba a inquietarse.

Ese episodio marcó el tono de gran parte del concierto.
Las pausas entre canciones se hicieron largas, excesivas por momentos. Durante esos silencios, los músicos aprovechaban de ajustar pedales, tomar un trago o encender un cigarro, mientras desde el público surgían gritos pidiendo la siguiente canción, aplausos impacientes o risas nerviosas. La sensación era clara: la música avanzaba, pero a tirones.

A nivel de repertorio, el show se sostuvo principalmente en material reciente de “The Future Is Your Past” y “Fire Doesn’t Grow on Trees”, repitiendo en gran medida lo presentado en su visita a Chile en 2023. Sin embargo, para los seguidores más antiguos hubo una especie de compensación emocional cuando apareció el espíritu de “Give It Back”, con momentos celebrados como “Supersonic” y “Servo”, que lograron reactivar a una audiencia que venía acumulando tensión.

Anton Newcombe, fiel a su figura impredecible, oscilaba constantemente entre la concentración absoluta y el abandono total. En varios pasajes se le vio más preocupado del sonido que del diálogo con el público, relación que se volvió distante, casi ausente. La comunicación se daba en algunos momentos cuando Newcombe escuchaba al público corearle el mítico “Olé, olé, olé, Anton, Anton”, él respondió con un gesto de corazón hecho con las manos. El ambiente se volvió extrañamente tenso por momentos ya que cada pausa alargada parecía poner a prueba la paciencia colectiva y cada nuevo arranque de canción funcionaba como una pequeña reconciliación momentánea entre banda y audiencia.

A pesar de todo, cuando The Brian Jonestown Massacre lograba afirmarse en una canción, el magnetismo aparecía intacto. El muro sonoro, las capas de psicodelia, los guiños al garage y al shoegaze volvían a envolver el recinto, recordando por qué esta banda sigue siendo un referente del rock alternativo.
En definitiva, lo vivido en Blondie fue un retrato crudo de lo que hoy es The Brian Jonestown Massacre: un proyecto donde conviven la grandeza creativa, el desgaste emocional, el caos técnico y una intensidad que nunca termina de apagarse. No fue un show fácil pero sí fue honesto.

The Brian Jonestown Massacre