Shonen Knife en Sala Metrónomo: Un respiro de punk, dulces y color en la jungla de cemento

La jornada musical en la capital prometía ser intensa, con una oferta de eventos que dividía a la audiencia melómana de Santiago. Mientras en otro punto de la ciudad se preparaba el show de Love of Lesbian, un grupo más reducido pero fiel se congregaba en las afueras de la Sala Metrónomo. La espera por el debut de Shonen Knife en Chile se había extendido por décadas y esa ansiedad se notaba en el aire.

Por: Joaquín Bravo

Fotos: Juan Pablo Morales

El ingreso al recinto fue tranquilo, quizás demasiado tranquilo para lo que uno esperaría de una banda de culto con tanta historia, lo que evidenció desde el primer momento que el local no alcanzaría su máxima capacidad. Tal vez fue la falta de una campaña publicitaria agresiva o simplemente la saturación de la cartelera, pero los espacios vacíos en la pista generaron una leve incertidumbre inicial sobre cómo sería la respuesta del público. Sin embargo, cualquier duda sobre la atmósfera se disipó por completo en cuanto las luces bajaron y Naoko Yamano, Atsuko Yamano y Risa Kawano pisaron el escenario. La energía fue inmediata y contagiosa, transformando el lugar en una fiesta instantánea.

Apenas aparecieron, los asistentes (incluyéndome) comenzaron a saltar de felicidad. Fue divertido escuchar a gran parte del público recibiéndolas con un japonés forzado y algo torpe, gritando frases aprendidas de anime o saludos básicos que, lejos de molestar, se sintieron como un gesto genuino de cariño. Las integrantes de la banda parecieron valorar este esfuerzo y se les notaba realmente contentas de estar aquí. A pesar de las décadas de trayectoria que cargan sobre sus hombros, las tres mantienen una vitalidad impresionante. Se mueven con la misma soltura y proyectan la misma alegría desenfadada que uno recuerda de sus videos musicales de los años noventa.

La comunicación fue sencilla pero efectiva. Con pocas palabras y esforzándose notablemente por hablar en español, las chicas daban las gracias cada vez que terminaba un bloque de canciones. Fue entrañable ver esa transición entre sus temas clásicos sobre comida y dulces a las canciones dedicadas a los animales. Momentos como "Capybara" o "I Am a Cat" fueron coreados con entusiasmo, con su estilo simple y directo. Incluso nos regalaron un guiño local encantador al cambiar la letra de una canción para incluir la palabra "empanadas", un detalle que sacó carcajadas y sonrisas a todos los presentes, creando una conexión cómplice entre la banda y nosotros.

Un aspecto interesante de la dinámica en vivo fue cómo se repartieron el protagonismo vocal. En diferentes canciones, una u otra tomaba el micrófono principal, lo que le dio una agradable variedad al set y permitió ver la personalidad de cada una. Musicalmente sonaron ajustadas, con ese sonido de guitarra ruidoso pero melódico que las caracteriza. Pero si tengo que quedarme con una imagen definitiva de la noche, fue la intervención espontánea del público. En un momento del show, la gente comenzó a inflar globos y a jugar con ellos por todo el recinto, golpeándolos de un lado a otro. Se creó una postal colorida y lúdica que las integrantes observaron con evidente agrado y sorpresa desde el escenario, sumándose al ambiente de juego.

El concierto fue breve, algo totalmente esperable tratándose de un show de punk donde las canciones son cortas y van directo al grano. Aun así, recorrieron los temas más importantes de su catálogo sin dejar a nadie indiferente y cumplieron con creces las expectativas de quienes llevábamos años esperando este momento. Al final, se sintió como la dosis justa de distracción que muchos necesitábamos desesperadamente.
En medio de un año tan convulsionado, marcado por noticias de guerras, tragedias humanitarias y la tensión constante de las próximas elecciones, escuchar canciones simples sobre gatitos, capibaras y golosinas resultó casi terapéutico. Fue un espacio necesario para simplemente pasarlo bien y compartir esa sintonía con otros que buscaban un alivio al estrés de vivir en esta jungla de cemento. Gracias a Shonen Knife por viajar hasta este rincón del mundo para hacernos disfrutar de su música sin pretensiones. Fue una velada memorable para los pocos que tuvimos la suerte de estar ahí, un sentimiento que al parecer fue mutuo, ya que apenas terminaron nos dedicaron un post en Instagram con una foto del poster hecho por Rodolfo Jofre Saavedra (precioso póster por cierto, ponerle ojo a sus trabajos). Fue una noche redonda que nos recordó que a veces la felicidad está en tres acordes y una canción sobre galletas.

SHONEN KNIFE