A teatro lleno, la banda japonesa One Ok Rock regresó a Chile tras ocho largos años. Desde su última visita en 2017, en el marco de la gira promocional de su álbum Ambitions, los fanáticos esperaron con paciencia y fidelidad este reencuentro, que finalmente se concretó con la presentación de su más reciente disco Detox, lanzado en febrero de este año. La noche en el Caupolicán fue más que un concierto: fue un reencuentro emocional, un desahogo colectivo, un testimonio de la conexión profunda que existe entre la banda y su audiencia chilena.
Por: Álvaro Rodriguez
Fotos: Luis Marchant
One Ok Rock volvió a nuestro país con una propuesta musical más madura, sin perder la intensidad ni la autenticidad que los caracteriza. Detox, su undécimo álbum de estudio, marcó el hilo conductor del espectáculo, combinando nuevos temas con los clásicos que han cimentado su estatus como referentes del rock nipón a nivel mundial. Desde el primer acorde, quedó claro que no venían simplemente a cumplir una fecha: venían a entregar todo.
Desde muy temprano, cientos de fans comenzaron a llegar a las afueras del Teatro Caupolicán. Algunos incluso acamparon la noche anterior con la esperanza de estar lo más cerca posible del escenario. Ya a las 19:00 horas, el ambiente era eléctrico: gritos, cánticos, pancartas, merchandising hecho a mano y una emoción palpable que unía a desconocidos bajo una misma pasión.
A las 20:00 en punto, los encargados de abrir la noche fueron los nacionales Dead Kings, quienes durante media hora ofrecieron una presentación potente y enérgica, con riffs pesados y una actitud escénica que logró encender al público. Fue un buen aperitivo para lo que estaba por venir.
Minutos antes de las 21:00, la ansiedad era total. El murmullo general fue silenciado por la oscuridad repentina del teatro. A las 21:01, las luces estallaron y One Ok Rock apareció en escena. El rugido del público fue ensordecedor. Desde ese instante, no hubo vuelta atrás. Puppets Can’t Control You fue la encargada de abrir el setlist, y fue coreada con tal fuerza que parecía que el Caupolicán iba a colapsar.
El concierto avanzó con una energía imparable. Sonaron temas como The Beginning, Save Yourself, Let Me Let You Go, Renegades, Clock Strikes y Nasty, cada uno recibido con una entrega total del público. Lo destacable fue que incluso quienes no hablaban japonés coreaban las canciones con devoción, demostrando que la música trasciende cualquier barrera idiomática.
La puesta en escena fue impecable: gráficos envolventes en las pantallas LED, un juego de luces vibrante y dinámico, y una escenografía sobria pero efectiva que ponía el foco donde debía estar: en la música y en la banda. La conexión con el público fue constante. Takahiro Moriuchi, vocalista y alma del grupo, no solo mostró una voz potente y versátil, sino también un carisma arrollador. En varias ocasiones se dirigió al público en español, mencionando con humor su gusto por los completos y la piscola, lo que desató aplausos y risas entre los asistentes.
Un momento especialmente emotivo fue cuando la banda detuvo brevemente el show al notar que algunos fanáticos presentaban problemas de salud debido a la euforia y el calor. La preocupación genuina de los músicos reflejó no solo profesionalismo, sino también una humanidad que el público supo agradecer con aplausos y respeto.
Cada miembro de la banda brilló con luz propia. Tomoya Kanki en la batería fue un motor rítmico constante, entregando precisión y energía. Ryota Kohama, con el bajo prácticamente fusionado a su cuerpo, aportó groove y presencia escénica. Toru Yamashita en la guitarra evocó momentos intensos con un estilo sólido y expresivo, con solos que recordaron por momentos al mismísimo Tom Morello (guardando las proporciones). Y Takahiro, con su impecable dominio del escenario, fue el encargado de elevar el concierto a una experiencia catártica.
El final del show fue una mezcla de euforia y nostalgia. Tras más de una hora y media de música, la banda se despidió en medio de ovacione. Y es que lo vivido la noche del martes fue más que un simple concierto: fue un reencuentro emocional, una experiencia colectiva y una reafirmación de que la música es un lenguaje universal que une culturas, generaciones y emociones.
Una jornada inolvidable para los seguidores de One Ok Rock, que confirma el poder de convocatoria de la banda y el impacto creciente de la música japonesa en Latinoamérica. Un show que quedará grabado en la memoria de todos los presentes, y que eleva el listón para futuras visitas internacionales en nuestro país.
Setlist
Puppets Can’t Control You
The Beginning
Save Yourself
Let Me Let You Go
NASTY
Renegades
Tropical Therapy
Tiny Pieces
Instrumental
C.U.R.I.O.S.I.T.Y.
Dystopia
Make It Out Alive
Delusion:All
Stand Out Fit In
The Pilot 3
Wherever You Are
+Matter
ONE OK ROCK
DEAD KINGS