Ayer en el Teatro Nescafé de las Artes se dio el regreso de Marisa Monte a nuestro país con su gira Portas. Un show de dos horas que desplegó todo el talento, proeza y naturaleza del ícono de la música brasileña. Una puesta en escena notable que con un proyector, mezclado con el carisma de Marisa y la pulcritud de la banda, logró transportar a los asistentes a un universo multicolor de jazz, samba, pop, bossa y soul.
Por Valentina Morales
Puntual a las 20:20 se abrió el telón del Teatro Nescafé de las Artes para revelar a Marisa Monte, vestida con un traje de lentejuelas largo, dramático y que reflejaba la luz, casi como si la misma artista brillase desde el interior.
Portas, la canción que da título a su último álbum, estrenado el año pasado, y que también le da título a su más reciente gira, fue la encargada de dar inicio de manera oficial al show de la multiinstrumentalista carioca. Y es que el show de anoche (e imaginamos el de hoy también) es precisamente la celebración de Portas. Como nos comentaba Marisa hace unos días “"Quería crear un universo lúdico, pasajes a la imaginación, un soporte poético para los momentos difíciles que atravesábamos, donde lo único que más deseábamos eran salidas. El arte nos da apoyo para soportar lo insoportable". Y el show en vivo de este álbum evoca todos esos sentimientos de universo lúdico, casi etéreo. Fue adentrarse en una ensoñación, done Marisa funcionaba como una Morfeo especial que nos acompañó todo el trayecto.
“Buenas noches Santiago, muchas gracias por estar acá con nosotros, yo no hablo mucho español, pero si hablo en portugués me entenderá, cierto?” Y una de las bellezas de poder conectar fácilmente con las letras de Marisa, es que, pese a que no hablamos el mismo idioma, ambas lenguas son primas, son familia y el diálogo entre la artista y el público se dio de manera hermosa, donde todos pudieron entender sin problemas.
“Hemos esperado mucho este año, estábamos ansiosos por estar acá, queríamos venir, así que muchas gracias por venir, estamos muy agradecidos”
Con una puesta en escena que podría parecer muy sencilla, con Marisa Monte acompañada de sus 8 músicos y una iluminación muy precisa y anclada en la artista. Si solo hubiese sido esto, el show lumínico no hubiese dado mucho de qué hablar. Sin embargo, jugaron con un proyector que lograba ambientarnos en una nueva capa del sueño, pero siempre con Marisa en el centro cautivando a la audiencia, con su talento, naturaleza y belleza.
Un setlist ambicioso, largo, pero que logró correr a velocidad galopante. Lo que no significa que se sintió apurado, en lo más mínimo, pero anclar 30 canciones en dos horas podría ser una tarea titánica. No para Marisa, que sin mayor esfuerzo logró mostrar gran parte del álbum Portas, un repaso por sus clásicos, incluso algunos temas de su época en Tribalistas.
“Quiero presentarles a una de las piezas increíbles que tiene esta banda, a quien tiene más tiempo conmigo, en el bajo, Dadi”. Y así comenzaron las presentaciones de los distintos integrantes de la banda, en quizás una de las formas más curiosas, pero más respetuosas para el talento individual de cada integrante de la banda que acompaña a Marisa Monte. Se eligió una canción para hacer las introducciones a cada uno de los miembros de su banda, ya haya sido porque colaboraron en la composición, como Chico Brown, el tecladista y sobrino con quien compuso Déjà Vu; o porque tuvieran alguna cercanía especial con la samba, como fue el caso de Pretinho da Serrinha, el percusionista quien además, junto a Marisa entregó unos pasitos prohibidos de samba en el escenario; o porque hayan tenido las profesiones más inimaginables previo a dedicarse a la música, como Oswaldo Lessa, el saxofón y flauta quien antes de ser músico trabajó como bombero y salvavidas, o Eduardo Santana quien fue futbolista y modelo previo a trabajar como bronces. Todas las introducciones hicieron que los integrantes de la banda se pudieran lucir con una canción específica, donde además le dio la oportunidad a los asistentes de conocer a estos brillantes músicos quienes ayudan a dar vida a estas composiciones en el escenario.
Con cuatro cambios (veloces) de vestuario que nos trasportaban a distintas partes del show, todos evocando una sensación de luz y oscuridad. De mucha textura y movimiento que hacían que o la luz se reflejara de manera magnífica, o que enfocara en el movimiento de Marisa, o que la misma proyección de imágenes fuera reflejada en el vestido y con ello, colocando a Marisa como parte de esta escenificación esplendorosa gracias al proyector.
Magamalabares, el clásico de su álbum de 1996, Barulhinho Bom, fue la canción escogida para cerrar el show (antes del encore) y no se quedó solo en la presentación y en la reverencia ante el público. Mientras Marisa y su banda salían del escenario, se proyectó la frase “+ libros -armas”, ante un aplauso, conciso, y un tanto tibio. Y es que un mensaje así de potente, se esperaría una recepción mucho más sentida. Sin embargo, no fue el caso. Y es quizás la nota baja de una noche espectacular, un público demasiado respetuoso, demasiado. Casi rayando en lo japonés en su recepción, donde mientras la canción suena, hay un ligero canto, ligeros aplausos, ligeras interacciones, más allá de la adoración y embelesamiento, con un aplauso sostenido entre canción y canción. Casi como un musical, con aplausos entremedio, que son fuertes, pero que callan pronto para lo que viene. Y es que usualmente el público chileno (y latino en su defecto), tiende a ser bastante efusivo con los artistas, y es algo que en general se reconoce bastante, pero ayer, fue algo muy respetuoso, con mucho cariño, pero poca efusividad. Y puede que haya sido la distribución del teatro (las butacas si bien son cómodas, no ayudan mucho a mostrarse extasiados) o simplemente el público.
Afortunadamente para el final del show hubo unos valientes que se atrevieron a ponerse de pie, a aplaudir, a acercarse al escenario y disfrutar y corear con más ganas las últimas canciones de la brasileña, incluido el encore.
Y entre estas tres canciones finales se puede explicar la fabulosidad de Marisa Monte a la hora de armar su setlist y su presentación en general. Con Para Melhorar, da el cierre de Portas, la razón de la gira y del que estuviera tocando en Chile. Luego pasó a Já sei namorar, de su banda Tribalistas, que de una u otra manera representa la mitad de su carrera, una de las épocas más “modernas” de su sonido en conjunto con Carlinhos Brown y Arnaldo Antuanes. Para luego cerrar con uno de sus primeros exitazos, Bem que se quis (E po' che fa'), donde lentamente la banda comenzó a bajarse del escenario para dejar a Marisa solita, cantando a capella, quien luego azuzó al público a cantar la canción, para luego proyectar la imagen del público del teatro cantando la canción, mientras Marisa bajaba del escenario haciendo que el público terminara el show.
Fue el despertar de la ensoñación que fue el show de ayer de Marisa Monte en el Teatro Nescafé de las Artes. Simplemente gloriosa.
SETLIST:
- Pelo tempo que durar (intro)
- Portas
- Quanto tempo
- Maria de verdade
- Vilarejo
- A língua dos animais
- Infinito particular
- Praia vermelha
- Ainda bem
- Beija eu
- Totalmente seu
- Ainda lembro
- O que me importa
- Preciso me encontrar
- Vento sardo
- A sua
- Depois
- Déjà vu
- Calma
- Eu sei (Na mira)
- Velha infancia (Canción de Tribalistas)
- Feliz, alegre e forte
- Elegante amanecer
- Lenda das sereias, rainha do mar
- Na estrada
- Não vá embora
- Magamalabares
Encore:
- Pra melhorar
- Já sei namorar (canción de Tribalistas)
- Bem que se quis (E po' che fa')
Galería fotográfica por Francisco Rojas V.