La respetable convocatoria de Linkin Park en su tercera visita a Chile y su primera vez encabezando un Estadio Nacional dejó en claro cómo el poder de su legado e influencia sigue vivo a pesar de sus turbulentos años antes de reinventarse. Hoy, Linkin Park rinden tributo a su propia historia y siguen adelante.
Por: Matías Muñoz

Fotos: Linkin Park
El regreso de Linkin Park a Chile, lejos de ser un ejercicio de nostalgia, es testimonio de algo mucho más grande: el poder del legado e influencia de una de las bandas activas más importantes de los últimos años. Y es que más allá de sus tragedias y el recuerdo imborrable de Chester Bennington a lo largo de su historia, hoy el grupo es capaz de mirar hacia adelante y reinventarse sin desconocer su pasado.
Desde el lanzamiento de "From Zero" (2024) el grupo ha ido trabajando otra identidad junto a Emily Armstrong como vocalista. La cantante, de tremendo registro vocal y carisma, es la mayor virtud del grupo en la actualidad. Pero, ¿Cómo se traduciría aquello en una presentación en vivo y la primera del grupo desde 2017 en nuestro país?

A punta de los infaltables clásicos y un eléctrico repaso por su nueva etapa en casi dos horas y cuatro actos, Linkin Park construye un completo show del que no escapan detalles sonoros ni estéticos. Un gran juego de luces, pantallas en formato cubo, transiciones y una extensa pasarela fueron parte del diseño del show.
Junto a Tenemos Explosivos como invitados locales, la calurosa jornada vio como lentamente el estadio se llenaba con entusiasmo mientras el grupo, con la energía que los caracteriza despachó parte de su set clásico.
La sorpresa vendría cerca de las 20:00. Poppy, que ha acompañado a Linkin Park durante toda la gira sudamericana, sabe cómo encantar con un show breve pero potente, demostrando que tras su segunda visita a Chile ya merece un show en solitario. La artista de a poco se despoja de su personaje para proyectar más vitalidad y conectar con su público en canciones como "BLOODMONEY" o "the cost of giving up", entre intensos riffs, glitchs y distorsiones vocales que la han hecho merecedora de diferentes elogios entre sus pares. Hoy, el show de Poppy es un imperdible en lo que se denonima metal alternativo, con el matiz de que su propuesta se escapa de toda clasificación.
Con una cuenta regresiva que marcaba 8 minutos en las pantallas, Linkin Park saltó a escena sin mayor presentación que los acordes de "Somewhere I Belong", que desataron la euforia del estadio. Con Emily a la cabeza, su voz suena tan clara como desgarradora. Si a ratos su versión "limpia" suena disminuida, la cantante compensa con actitud y potencia en los momentos en que se lo exige el set.
Sin pausas, "Points of Authority" y "Up From the Bottom" continuaron el recorrido del primer acto, mientras Shinoda toma posesión del momento para introducir "Crawling", uno de los puntos altos del primer acto que culminó con "The Emptiness Machine", el primer adelanto de la nueva etapa del grupo.
Uno de los principales argumentos y virtud de Armstrong radica en su versatilidad al momento de transicionar entre espacios limpios y melódicos para quebrarse con distorsiones y una emoción desgarradora, tal como exigen algunos himnos del grupo. Ese talento, sumado a su carisma sobre el escenario y una sólida complicidad con Shinoda y el resto del grupo, dan un nuevo aire y nueva vida a los clásicos que todos esperaban corear.
Así, el set pasa por una meseta entre "The Catalyst" e incluso "Where'd You Go", cover de Fort Minor, la inquietud solista de Shinoda. La intensidad vuelve cuando suena el venenoso riff de Two Faced, uno de los puntos altos de su nuevo disco y también de la noche. El regreso de un sonido que parecía perdido en el grupo se reencuentra -nuevamente- en la destreza vocal de Emily y Shinoda como dupla.
"One Step Closer", tal como era la tónica en la gira, contó con la participación de Poppy sobre el escenario, que logró tibiamiente acoplarse con Armstrong y Shinoda. El tercer acto, más emotivo al inicio con la calma de "Lost" dio paso a otro de los puntos altos de la noche: "What I've Done" sonó fuerte y coreada por todo el estadio, casi como señal de aprobación para una nueva versión en estas tierras de uno de los himnos del grupo.

El cuarto acto y final fue una batería de hits con la conmovedora interpretación de "Numb", también coreada por todo el estadio, "From the Inside" y "Bleed It Out", no sin antes pasar por la intensidad de "Heavy is the Crown", donde nuevamente Armstrong reluce su destreza y registro entre gritos y distorsiones.
Tras el encore la ansiedad llamaba por "In The End", que tardó y llegó hacia el final como antesala de "Faint", que cerró la noche.
Linkin Park pasó la prueba tras un ambicioso y desafiante show a estadio lleno en donde diferentes generaciones se encontraron para revivir adolescencias o reconfirmar que no fue sólo una etapa. Con una nueva identidad sonora y un repaso por su historia que va más allá de revisitar el pasado, Linkin Park lo honra con respeto y calidad.