En la actualidad, hay pocos artistas en la escena rock que sean tan exitosos y a la vez tan excéntricos como Jack White. Gracias a la perfecta seguidilla de discos que sacó junto a su “hermana” Meg en los 2000, el oriundo de Detroit ya es considerado una de las leyendas del rock y la guitarra moderna. En The White Stripes siempre se mostró un sonido tan crudo y simple como hipnotizante, donde la batería y la guitarra trabajaban el uno para el otro, con riffs simples que nunca dejaban el oído y un solo que Jack imaginaba a pura pasión y pedales. Desde la separación del dúo, el hermano White ha incursionado en una carrera solista que parecía, con cada disco que pasaba, alejarse más y más del sonido que lo vio llegar a la cima con Elephant.
Por Joaquín Reyes
En Blunderbuss y Lazaretto, el cambio de estilo es leve, pero la producción está mucho más pulida, destacando una instrumentación mucho más vasta y unas canciones que recuerdan a las más revueltas de los últimos discos de los Stripes. El cambio más radical ocurrió en los siguientes dos discos; Boarding House Reach y Fear of The Dawn son unos experimentos de laboratorio hechos álbumes. Una combinación de electrónica, cambios de ritmos, efectos de guitarras y voces, teniendo de base el estilo rockero que probablemente nunca será dejado de lado. Estos dos discos suelen ser criticados por haber perdido un poco “el estilo” que tenía Jack en su previa carrera solista, aunque también suelen ser alabados por argumentos similares. Lo que no se puede negar es que esa es la versión más innovadora que se ha tenido del guitarrista desde que comenzó su carrera solista. Luego de una pasada por el folk y un sonido mucho más calmo a los que nos tenía acostumbrados en el disco de 2022, Entering Heaven Alive, llegamos hoy, donde Jack White demuestra por qué es uno de los artistas más únicos en la actualidad. No tanto por el sonido del nuevo álbum, sino por la presentación de este.
Hablar del "roll out" que tuvo el disco NO NAME es tan entretenido como hablar del contenido de este. El creador de Third Man Records decidió volver al pasado, no solo en el estilo musical que presenta el disco —uno mucho más crudo que los discos pasados y guiado por riffs que enganchan de primera junto a una ruidosa y abrasiva batería—, sino que también Jack decidió volver a los tiempos pasados donde la música se compartía a través de conversaciones. El vinilo NO NAME estuvo disponible hace varias semanas solo para un selecto grupo de oyentes del artista (sin que estos supieran de primera que era), quienes se encargaron de promocionar en redes sociales que el disco estaba excelente. El folclore que se generó a partir de la promoción del disco llegó a niveles insospechados cuando la misma disquería de White permitió que el disco se compartiera de manera “pirata” online. Sin tener un solo sencillo, el disco ya se estaba esparciendo por internet en su totalidad. Finalmente, el 2 de agosto, el artista publicó su sexto álbum de estudio en las plataformas de streaming.
El disco, como se mencionó anteriormente, es un retorno a un sonido y producción mucho más acotados a los que se nos había acostumbrado en discos pasados. Los violines y sintetizadores se pierden para que las guitarras y las baterías retomen un nivel de protagonismo que no se escuchaba desde Icky Thump. El estilo del álbum queda claro con la primera canción: “Old Scratch Blues”. Esta contiene un riff potente y oscuro que se mantiene casi inmutable durante toda la canción; más que cambiar, gana fuerza y ritmo en las secciones del coro, gracias en parte a la explosividad de la batería que lo acompaña. El crescendo de ruido llega a su cierre con un gran solo de guitarra que deja al oyente preparado para escuchar lo que viene. La canción que sigue, “Bless Yourself”, sigue la misma dinámica, tanto así que pareciera ser una segunda parte del tema anterior. El ritmo es genial, los espacios sin voz que hay entre las secciones de la canción permiten disfrutar la intensidad de la guitarra en su plenitud, y la capacidad vocal de Jack está intacta. El estilo “sin rodeos” y directo que tienen estas canciones, junto con la sinergia que genera la guitarra con la batería, hacen recordar a la época en que el vocalista aún vestía completamente de rojo y blanco.
En este álbum no solo pega la nostalgia por la época de los Stripes; canciones como “That’s How I’m Feeling” y “Tonight (Was a Long Time Ago)” presentan un estilo más limpio y ligado al rock alternativo presente en los primeros dos discos de The Raconteurs. Los tonos y secciones de acordes se asemejan mucho a los que uno puede encontrar en el disco Consolers of the Lonely. El bajo está más presente en dichas canciones, y no es sorpresa que el tremendo baterista de turno sea Patrick Keeler (batería en la segunda banda más conocida de Jack). Los gritos de Jack en el cierre de “Tonight” son tremendos, y las letras de automotivación en la otra canción son tan simples como motivantes. “Bombing Out” destaca como uno de los temas más punk que ha sacado White en su carrera solista, con un ritmo acelerado y una distorsión en la voz que se mezcla perfectamente con una guitarra con un efecto desprolijo. En menos de 3 minutos se presenta como candidato a uno de los mejores temas del álbum. El álbum no pierde potencia; la balada con la que cierra el disco es quizás el tema más relajado de todo el álbum, y eso que aún tiene una línea de guitarra muy hipnótica y un cierre ruidoso.
El álbum en general no pierde el enfoque que propone en las primeras canciones: intensidad pura, riffs pegajosos y temas que van directo al grano. Luego de una seguidilla de discos donde Jack buscó experimentar hasta qué límites puede llevar su estilo de blues y garage, este retomó la ruta que le hizo ganar tantos adeptos en el pasado. Lo anterior no le quita mérito a este álbum, ya que los temas, en su mayoría, son geniales. Además, la estrategia de volver a los tiempos en que la gente se preguntaba si habían escuchado el disco de los White Stripes como si esto fuera algo misterioso, funcionó de manera sensacional.