Deadbeat: fijación, ansiedad, necesidad, escapismo

5 años después del último álbum de estudio, Tame Impala vuelve con Deadbeat, un disco cargado a lo electrónico y que posiblemente se asome como el trabajo gamechanger (para bien o para mal) dentro de la vitoreada carrera de Kevin Parker.

Por José Martinez

El meme lo conocemos todos: “¿Sabiai que Tame Impala es un puro hueón?”

Apenas alguien menciona esto, la reacción es la misma: sorpresa por quien no sabe de esto o una risa instantánea por un chiste repetido que todavía genera carcajadas. Independiente del camino que se tome, lo cierto es que todo esto empieza con un joven australiano proveniente de Perth, algo tímido, retraído, que, inspirado por las influencias de su padre, encuentra su escape en la música. El adolescente compone, juega y piensa en sonidos y melodías; la forma nativa para expresarse. Y no, no es una obsesión, es una fijación; La obsesión perece, la fijación permanece.

Aún así, no todo es color rosa; para el padre, la música es sinónimo de un hobby pasajero, para Kevin, algo que remece y que es tan necesario como respirar.
Entre fricciones, debates e incertidumbres, Kevin toma la decisión de estudiar Astronomía, apelando a que quizás le gustará y tendrá algo estable a futuro. Sin embargo, recordemos, la música es una fijación, no obsesión.

Minutos antes de su último examen de Astronomía, Kevin recibe una llamada que cambiaría todo; Modular Recordings ofrece firmar a Tame Impala. La historia comenzaba y Parker dejaba los apuntes estelares, volviendo a casa a componer, crear y soñar. Fijación nuevamente.
Lo que sigue, en efecto, es el sueño materializado. En 2008 aparece el primer EP homónimo, con guitarras psicodélicas y juguetonas y ritmos de batería punzantes, firmando una etapa de búsqueda de identidad sonora y que se consolidaría en 2010 junto a Innerspeaker, el ansiado debut, aclamado por la crítica y que ponía en la orbita mundial a la banda australiana. Ya en 2012, Lonerism irrumpe y Tame Impala sencillamente se gana un puesto dentro de los mejores discos de ese año. Con la vara alta, en 2015, Currents aparece con un giro a sonidos más pop y R&B, con tintes psicodélicos obviamente, logrando alcanzar el éxito masivo, comercial y crítico con canciones como “The Less I Know the Better” o “Let It Happen”.
A partir de aquí, si antes Tame Impala se conocía y se creía como banda, ahora todo había cambiado; la figura del “retraído” Kevin Parker estaba en boga y, si antes nadie quería hablar con él, ahora recibía ofertas para colaborar o producir junto a artistas como Lady Gaga, Travis Scott, Mark Ronson, Thundercat, etc.

Ya en 2020, The Slow Rush surge como un bálsamo previo a lo que sería un confinamiento pandémico de dos años. Con tópicos como el paso del tiempo, la melancolía y la celebración de la vida, Kevin repasaba su historia, sanaba heridas con su padre fallecido (Posthumous Forgiveness), reflexionaba sobre como la melancolía es una especie de droga a la cual uno vuelve constantemente (Lost In Yesterday) y abrazaba por primera vez un aura más esperanzadora con One More Hour, canción que cierra el álbum, y la cual sitúa a un Kevin maduro, ya casado, próximo a ser padre, cómodo en sus zapatos y entendiendo cuál es y cuál será su lugar de goce pleno: él y sus instrumentos, él y su música.

Una especie de final feliz que siguió acompañado de colaboraciones en singles de películas como los Minioms y Barbie, la flamante colaboración en la producción de Radical Optimism de Dua Lipa en 2024 y la guinda del pastel con su primer Grammy junto a Justice y la popular Neverender.
Con todo hecho y dicho, ¿Quedaba algo más por hacer?
¿Se repite la historia o se cambia algo?
Y, aún más importante, ¿Se mantiene la necesidad imperiosa de crear o sencillamente se hace para cubrir expectativas externas? ¿Estará ese goce pleno y genuino? Deadbeat abre con lo que parece una grabación casera. Solo Kevin, piano y el primer verso directo y crudo: “So, here I am once again, feel no Good”. Todo es sincero y claro.

“Back into my old ways again” esboza un emotivo Kevin, mientras el beat se acelera y comienzan los pulsos constantes, dinámicos, como quien busca solucionar este descenso al abismo al son de notas que invitan a la pista de baile. Y es que “My Old Ways” acelera y frena en un constante y contagioso loop, como si el mito de sisífo se hiciera presente entre idas y vueltas instrumentales: como si Parker estuviera en una lucha interna que, cuando logra encontrar luz, decae hasta el abismo mismo, una y otra vez. No Reply evidencia aún más las inseguridades de Kevin y su incapacidad de conectar. Vestigios de Lonerism afloran entre sintetizadores y un ritmo de percusiones aceleradas, todo en plan Dance/Lo-fi, mientras la voz establece el sentimiento de distancia frente a sus pares y reflexiona con quién es versus quien debería ser: “You're a cinephile, I watch Family Guy On a Friday night, off a rogue website, When I should be out with some friends of mine, Runnin' rеckless wild in the streets at night, Singin' "Life, oh, lifе," with our arms out wide”. De pronto todo comienza a decaer, y volvemos a sentir a este Kevin melancólico, entre tarareos y notas de un piano reverberante y confuso, como si buscase encontrar un final a este segmento musical incompleto.

Con esta tarea pendiente, Kevin deja sus obsesiones de lado por un momento y da paso al escapismo. “Dracula” aparece enérgica y con tintes que remiten a clásicos del Pop. Todo es fiesta y todo encuentra un lugar de confort y tranquilidad en la contraparte amorosa de Kevin: “In the end, I hope it's you and me, In the darkness, I would never leave (I won't leave her), We both saw this moment comin' from afar, Now here we are”. Al final, solo queda huir del sol, deseando que la fiesta no termine.
Pero definitivamente se acaba, y “Loser”, con frases repetidas y una versión pop más funk, vuelve a traer a un Parker arrepentido y ya en un constante autosaboteo: “I'm out of favour, my worst behavior, I get the message, I learned my lesson, Desperate times call for dеsperate measurеs, I fell into ya, I fell into ya, Tried to correct it, well, shit, I wrecked it”
Con un dembow que recuerda a las incursiones “reggeatoneras” de Damon Albarn en Gorillaz, Parker encuentra con “Oblivion” un espacio de luz, un refugio entre sintetizadores y reflexiones sobre qué sería de él sin su contraparte sentimental: “Never yearned for love so deeply, Will you be okay? Will you feel alive? We live on If I don't get to you, my love, Then I choose oblivion”

El sonido aumenta lentamente. El beat es constante, minimalista. Kevin mira toda la escena y narra desde la lejanía: “From my window, it looks perfect from a distance, Oh, I want to be there, Need to get away as soon as I am”. De pronto el sonido se transforma y se entra en una especie de trance que promete. La catarsis aparece y todo se va arriba; estamos en la fiesta personal de Parker. “Not My World” funciona como un viaje que pasa de lo exterior a lo interno y que rescata el sentimiento de canciones como “Why Won’t They Talk To Me?” o la era Lonerism: La incapacidad de encajar.
“Piece of Heaven” aparece como canción synthpop con un pasaje sonoro que recuerda indudablemente a la irlandesa Enya. Parker rinde homenaje al lugar donde ocurre toda la magia, al espacio donde la creación surge y donde de alguna u otra forma, logra conectar con el mundo. Y es que, cuando parece que todo termina, el piano inconcluso de “No Reply” aparece nuevamente junto a los versos “It won't make a difference, You can lie all your life”, completando la tarea pendiente y demostrando que la creación no es necesariamente lineal y que puede tomarse un tiempo en cuajar.

Kevin vuelve a navegar en sus inseguridades con “Obsolete”: “But the words cut Deep, Promises get old, they get hard to keep, Tell me, please, 'cause I'm losing sleep, Do you want my love? Is it obsolete?” Nuevamente en clave pop y conectando sonoramente con canciones como “Loser”, Obsolete destaca en su parte final: una especie de caos sonoro con un solo de guitarra estridente y que trae a la mente a los queridos Khruangbin.
Como es una constante, si todo se vuelve pensativo y existencial, el escapismo y la pista de baile es la solución (O eso parece). “Ethereal Connection” es electrónica, techno, rave. Lirica justa y 7 Minutos constantes de una experiencia sonora, oscura y potente, que a fin de cuentas plantea que ese escapismo, lleva indudablemente a profundizar en lo interno.
Por ello “See You On Monday? (You’re Lost)” se presenta como una balada “a la Beach Boys”. Con solo sintetizador y la voz de Parker, el track funciona como un interludio para la parte final de Deadbeat, donde una vez más los fantasmas de incertidumbre asoman: “And it happens at every turn I'm at, Something's beckoning me and I turn back (I turn back)” Y es que al final, todo se resume al verso que se repite hasta el cansancio: “You’re Lost”.
Sin embargo, Parker se da un descanso y lanza “Afterthought”, la cual aparece como un track puro de Synthpop y que muestra a Kevin en una encrucijada amorosa que recuerda a pasajes de Currents y la no correspondencia: “I can be emotional, If you need me to, Tell me, what do I say to turn this around? I beg you, don't make me say it out loud, No matter what I do, I'm an afterthought to you”
Si Deadbeat es una fiesta, la cual se expande con diversos géneros bailables, donde se plantean dudas, disyuntivas y contradicciones en sus líricas, “End of Summer” es la que sintetiza todo el álbum. El sonido, electro-pop/dance, invita a que esta fiesta termine por lo alto, en lo externo, alegre. Por el contrario, la letra invita nuevamente a la mente de Parker en lo que parece un nuevo dilema amoroso, pero que también se interpreta como una reflexión sobre sus cambios (“Everybody knows how I feel about you, So you can act surprised if you need to, And I am still your friend if you think it's worth it, It just means that I'll see you when I see you”) o incluso en una posible respuesta a quienes lo escuchan (“Love doesn't cast a shadow, Fun doesn't make you shallow, I just wanna make it brighter, I just wanna lay beside ya”)
Por traducción, Deadbeat sería algo como “Perezoso” o, en buen chileno, “flojo”. Para Parker, considerando la entrevista realizada con Zane Lowe, no tendría una connotación negativa. Es más, considera que este disco, que inicialmente fue concebido como un trabajo alternativo a Tame Impala, es precisamente una celebración a ese sentimiento. Y es que, en su núcleo, Deadbeat es una colección de canciones sobre alguien que, a pesar de encontrar la fama, consolidar una vida familiar y tener el beneplácito de críticos y fans, continúa sintiéndose fuera de lugar y deseando reinterpretar esa emoción. En estricto rigor, Kevin sigue siendo el mismo pero diferente.

Si antes eran las guitarras eléctricas las que tomaban protagonismo, ahora son los sintetizadores. Si antes la mezcla dejaba a la voz de Parker en segundo plano, ahora aparece como elemental e incluso con distintos matices. La psicodelia e introspección sigue, pero por una ruta distinta. No es el “qué” sino el “cómo” y de ahí sus retractores y críticas.
Independiente de ello, Deadbeat es un disco que crece, el cual, según parece, se concibe y se aprecia mejor en vivo y que, al entenderlo, logra tomar otra dimensión. Por ello no es descabellado pensar que Deadbeat se transforme en un clásico de culto, reinterpretado y venerado por más oyentes, especialmente cuando se logre entender lo que es: un ejercicio de autorreflexión, de terapia, de búsqueda por avanzar y subvertir la ansiedad y el pesimismo mental.
La fijación sigue, la necesidad sigue y, en consecuencia, Tame Impala sigue.