Cap'n Jazz en Club Chocolate y la Noche en que el "Real Emo" se Hizo Presente

El debut de la legendaria banda en Chile superó la definición de un simple concierto para convertirse en una experiencia generacional, caótica y profundamente tierna, donde el público y un carismático Tim Kinsella borraron cualquier distancia entre el escenario y la pista.

Por: Joaquín Bravo

Fotos: Juan Pablo Morales

Hay noches que están destinadas a la leyenda antes de que suene el primer acorde. El debut de Cap'n Jazz en Chile era una de esas. Era una deuda histórica para cientos de fanáticos (incluyéndome) que crecieron descifrando sus letras caóticas y su sonido fracturado.

Esta noche, en el Club Chocolate, esa leyenda por fin aterrizó, y lo hizo con la calidez de un reencuentro entre viejos amigos. La velada comenzó de forma atípica. Mientras Dj Manyin calentaba el ambiente con una mezcla perfecta de clásicos emo de la época (un preludio temático ideal, aunque muchos preferían que abriera una banda ad hoc, incluyéndome), el recinto de Bellavista lucía sorprendentemente a medias. Había una calma extraña, casi preocupante. Sin embargo, como si hubiesen estado esperando una señal secreta, de golpe, minutos antes del show, el Club Chocolate se llenó casi por completo.

No era un público homogéneo como estamos acostumbrados. Grupos en sus treintas y cuarentas, con la ropa de la oficina aún puesta, mezclados con veinteañeros saliendo de la universidad. Todos unidos por la misma urgencia: ver, quizás, el show de sus vidas.
Cuando Tim Kinsella y compañía finalmente pisaron el escenario, el ambiente se electrizó en un santiamén. Y entonces, la declaración de principios, los primeros acordes de "Basils Kite". Fue el fósforo que encendió la pólvora. El caos inmediato y colectivo se apoderó del lugar. Grupos de amigos de toda la vida, nuevos amigos y perfectos desconocidos se abrazaron para corear y moshear a todo pulmón ese grito de guerra: "When I fly and look down... I'd swear that's not me... That's not me!".

Lo que siguió abandonó el formato de un concierto tradicional para transformarse en una sesión de terapia grupal, una comedia de stand-up y una celebración comunitaria, todo al mismo tiempo (lo que más me causo risa fue el hecho de que a la misma persona le cayera el pandero en la cabeza 2 veces, siendo recompensado con una cerveza por Tim) La noche fue, por sobre todo, increíblemente tierna, un reflejo directo de la honestidad brutal y vulnerable de sus letras. Vi gente llorando de emoción, riendo a carcajadas y flotando en una euforia palpable.

El epicentro de esta conexión fue, sin duda, Tim Kinsella. Carismático y tímido a la vez, errático, pero increíblemente hablador, rompió la cuarta pared desde el primer minuto. Soltaba bromas, interactuaba y se mostraba tan cercano que el escenario parecía simplemente una sugerencia.
Y el público respondió borrando esa línea por completo.
Lo que vimos fue extraordinario. La gente no se subía al escenario para lanzarse o para robar un micrófono, se subían solo para abrazar a Tim. Era un peregrinaje constante de afecto. Al principio, Kinsella pareció visiblemente incómodo, quizás sorprendido por el nivel de afecto sudamericano, pero pasados los minutos, simplemente "se dejó querer". Se entregó, y en uno de los momentos más catárticos, se dejó caer sobre el público para ser levantado en vilo por una masa de brazos eufóricos.

El escenario se convirtió en un espacio compartido. (Es cierto que la necesidad de afecto se extendió hasta el baterista, Mike Kinsella, quien, con una profesionalidad impávida, siguió tocando como si nada mientras recibía abrazos en plena canción).
Musicalmente, la banda fue una máquina de precisión caótica. El clímax absoluto llegó con "Little League". Lo que empezó como un himno coreado desde la pista, terminó con más de veinte personas invadiendo el escenario, cantando junto a Tim, en una imagen que será imposible de borrar, con la banda y sus fans, convertidos en uno solo.

Incluso nos regalaron ese momento que, admitámoslo, todos esperábamos en secreto: el mítico cover de "Take On Me". Una canción que, a pesar de que han confesado públicamente que no disfrutan tocar, entregaron con una energía que demostró su comprensión de lo que esa noche significaba para nosotros. Y bueno, también nos dieron el lujo de tocar una canción de otro de sus proyectos, hablo de la banda Owls, compuesta por casi los mismos miembros, aunque no muchos la cantaron, quizás debido a que es de los proyectos menos conocidos de los Kinsella y compañía.
Quizás, como dice el viejo copypaste, esto es el "real emo". No el maquillaje o la pose, sino la emoción cruda, la conexión sin filtros, el llanto, la risa y el caos compartido. Un concierto donde la banda estaba tan feliz de estar ahí como el público de recibirlos.
Un debut espectacular. Una noche que, estoy seguro, ni yo ni nadie de los que estuvimos ahí borraremos de nuestra mente. Larga vida a Cap n Jazz.

Setlist

  1. Basil's Kite
  2. In the Clear
  3. Yes, I Am Talking to You
  4. The Sands Have Turned Purple
  5. Ooh Do I Love You
  6. Tokyo
  7. Olerud
  8. Forget Who We Are
  9. Bluegrassish
  10. Little League
  11. For Nate's Brother Whose Name I Never Knew or Can't Remember (Cover de Owls)
  12. Precious
  13. Planet Shhh
  14. Oh Messy Life
    Encore
  15. Flashpoint: Catheter
  16. Take On Me (Cover de a-ha)
  17. Puddle Splashers
  18. ¡Qué Suerte!

CAP´N JAZZ