Bodhiria: El despertar místico de Judeline

Bodhiria, el primer álbum de Judeline estrenado en octubre de 2024, es el resultado de una imaginación que no teme mezclarse con la muerte, la religión ni la reencarnación. Desde su pequeño pueblo en los Caños de Meca, la artista gaditana —de nombre real Lara Fernández— ha construido un universo donde el pop se confunde con lo espiritual, el Mediterráneo con el Caribe y el cielo con el infierno. El disco, lanzado el 25 de octubre de 2024, narra la historia de Ángela, un personaje atrapado en un limbo sentimental y celestial.

Por: Paz Rojas G

Separada de su amante, busca reconectarse con él a través de una fuerza llamada “bodhiria”, palabra que remite a bodhi, el despertar espiritual. A lo largo de doce canciones, Judeline convierte esta ficción en una alegoría sobre el olvido, la fe y la memoria: temas que suenan tan terrenales como cósmicos.
En “bodhitale”, la artista abre el álbum con una grabación del aliento de un músico fallecido, estableciendo la conexión entre la vida y la muerte. De ahí el disco se desliza hacia momentos de euforia y trance, como en “mangata”, donde las voces suenan sumergidas bajo el agua, o en “angelA”, que introduce a su alter ego con un frenesí de erotismo, devoción y fraseos en árabe.
El corazón del álbum late con “JOROPO”, homenaje directo a las raíces venezolanas de su padre, quien incluso participa tocando el cuatro. Aquí Judeline experimenta con percusiones intensas y su registro vocal más grave, desbordando energía y urgencia. En “BRUJERÍA!”, el caos se vuelve virtud: la palabra “bululú” —que en Venezuela significa desorden— resume el espíritu libre del disco. Es un viaje de texturas y contrastes donde lo celestial se mancha de tierra.
Bodhiria no solo brilla en lo musical: su imaginario visual es igual de poderoso. La portada de JP Bonino y los videos dirigidos por Nono Ayuso y Rodrigo Inada componen una iconografía entre la mística cristiana y la estética andalusí. Rosarios, mantos, iglesias y familiares reales aparecen en escena, construyendo una liturgia íntima. No por nada los clips de “mangata” e “INRI” fueron nominados a los UK Music Video Awards, uno de los premios más prestigiosos del videoclip mundial.

La producción reúne a nombres de distintas galaxias: Rusowsky, Ralphie Choo, Tuiste, Mayo, y el estadounidense Rob Bisel, conocido por trabajar con SZA, Kendrick Lamar o Tyler, The Creator. Su toque se percibe en “zarcillos de plata”, una balada desgarradora donde Judeline se quiebra con delicadeza al narrar una historia de amor peligrosa: “te llevo puesto, gangster mío”, canta con voz temblorosa.
Quizás lo más fascinante de Bodhiria es su manera de encausar el pop español sin romper con sus raíces. Judeline se mueve entre lo tradicional y lo futurista, incluso en momentos en que su voz se vuelve tan etérea que obliga a subir el volumen. Este no es un disco fácil ni complaciente, es una huella de este nuevo lenguaje para el pop iberoamericano, uno donde la espiritualidad, el deseo y la herencia se entrelazan hasta volverse indistinguibles.