Song Reader es por sobre todo un ejercicio de nostalgia, un viaje a un estado mucho más primitivo de la forma en que se concibe la música en la actualidad. A través de este material Beck propone una visión que se podría considerar tanto retrógrada como rupturista, una contraposición al impacto e influencia que tienen los avances tecnológicos en la representación de una canción como producto acabado e inalterable, enfoque que reprime drásticamente la creatividad del oyente y que no da lugar a ninguna otra interpretación más que la que quedó plasmada en el proceso de grabación original. La innovación siempre ha sido parte de la impronta y carisma del oriundo de Los Ángeles y este proyecto es quizás la declaración más evidente de esta necesidad constante de cuestionar lo establecido y proponer una herramienta que permita que una misma canción pueda tener tantas versiones posibles como lecturas tenga su partitura.
Por Gustavo Inzunza
Si buscamos la génesis creativa tras este singular proyecto nos tenemos que remontar a 1937, año en que el tema “Sweet Leilani”, compuesto por Harry Owens e interpretado por Bing Crosby en la película “Waikiki Wedding”, ganaba el premio Oscar a mejor canción original. Este triunfo no solo se tradujo en su posicionamiento en los primeros lugares de las listas de éxitos de la época, sino que según algunas estimaciones se vendieron unas 54 millones de copias de la partitura, es decir, casi la mitad de Estados Unidos habría comprado una hoja con las notas de la canción con el claro objetivo de aprender a interpretarla y generar sus propias versiones. Esta estadística resulta bastante concreta y decidora respecto a la forma en que se accedía a la música en ese contexto histórico y como los consumidores tenían una participación activa en la forma de percibir una pieza musical.
En 2004 Beck empieza a materializar esta idea y se pone en contacto con Dave Eggers, escritor, editor y fundador de la editorial McSweeney’s, para plantearle el ambicioso desafío de trabajar en un libro con partituras y letras de 20 canciones inéditas (incluyendo dos instrumentales), en donde el consumidor de cada una de estas piezas sería el responsable de interpretarlo según su propia esencia y forma de representar la música, sin tener punto de referencia y sin poder guiarse por ninguna idea preconcebida de cómo debiese sonar. En 2012, tras ocho años de trabajo, el proyecto se concretó en un pequeño libro de 108 páginas, con una introducción a cargo del escritor Jody Roses, un prólogo del mismo Beck e ilustraciones de reconocidos artistas, entre los que destacan los nombres de Marcel Dzama, Leanne Shapton, Josh Cochran y Jessica Hische.
Si bien es cierto el resultado obtenido llenó las expectativas trazadas por el músico, un año más tarde decide dar un paso hacía adelante y meterse al estudio para grabar sus propias versiones de las canciones presentes en el libro. Para esto convocó a un variopinto grupo de exitosos amigos, resaltando los nombres de Jack White, Norah Jones, Jarvis Jocker, Jack Black, Juanes, David Johansen y la banda Sparks, en un álbum que vio la luz el 29 de Julio de 2014, fecha que coincide con el lanzamiento de la edición limitada de anteojos Warby Parker diseñados por Beck. Todas las ganancias asociadas a la venta del disco fueron en ayuda a 826 National, organización sin fines de lucro que enseña a los estudiantes escritura creativa y expositiva, y adicionalmente, Warby Parker propuso una donación de un par de anteojos a alguien que los necesite por cada par de monturas compradas.