Un bosque encantado de principio a fin. Así se sintió la noche del 24 de mayo en el Movistar Arena, cuando Hozier, el músico irlandés que ha convertido el soul, el folk y la poesía en himnos generacionales, ofreció un concierto inolvidable ante un público chileno entregado y respetuoso.
Por: Savka Martinic
Fotos: Agustín León
La jornada comenzó con una atmósfera mágica gracias a las teloneras Karla Grunewaldt y Gigi Perez, quienes no solo prepararon el terreno, sino que lo enriquecieron con propuestas que dialogaron a la perfección con el universo de Hozier. Por un lado, Karla dió la bienvenida al bosque encantado creando un ambiente de cuento en donde la escenografía floral y su semejanza a un hada, fueron la antesala perfecta para entrar al bosque emocional de Hozier. Karla nos sumergió en un bosque florido de historias potentes, matices rockeros y pop teñido de desamor, como un hada narradora que encantó al público con su voz y onírica.
Luego, Gigi Perez continúo con la energía y, aunque con un estilo más simple en cuanto a performance, logró conectar con el público que coreó sus canciones de principio a fin. Una artista que potenció la atmósfera que ya estaba en llamas y que la recibió con los brazos abiertos de manera esperanzadora
Cuando Hozier pisó el escenario, se encendieron los símbolos: desde el inicio con De Selby, con la bandera de Irlanda iluminada desde los celulares del público y una escenografía poderosa, se estableció el tono del viaje. De esta manera, su más reciente álbum, Unreal Unearth atravesó gran parte del repertorio y se sintió como un descenso al inframundo y al alma humana, con referencias claras al infierno, la tierra y ese descenso emocional que propone el disco. Referencias que estuvieron acompañadas de gráficas coherentes, visuales envolventes y el toque único de cuatro árboles que caían armoniosamente desde el techo del escenario para dar las vibras de bosque que estuvieron presentes durante este viaje emocional.
Sin duda si hablamos de esta noche, hay que mencionar el nivel de producción que Hozier y su equipo crearon para establecer literalmente una atmósfera de bosque, por ejemplo en I’ll come back los árboles proyectados nos hicieron adentrarnos en esta atmósfera, envolviendo al público en un ambiente casi mitológico. El irlandés estuvo acompañado por una banda de diez músicos, donde destacaron la presencia de un violín y un contrabajo que aportaron riqueza y profundidad al sonido en vivo. Llegando incluso a cantar Nina cried power con una de sus deslumbrantes. coristas. Las gráficas proyectadas, especialmente en temas como Eat Your Young con su crítica a la gula y la mesa de los poderosos y Francesca, ofrecieron un contrapunto visual que amplificó la experiencia sensorial del concierto. Otros temas como Movement y el renombrado Take me to church desataron la euforia.
Pero uno de los momentos más memorables hacia el final de este bosque emocional, fue su discurso a favor de la democracia, la compasión y la empatía: un llamado a salir del círculo de la violencia y rechazar los discursos de odio, palabras que calaron hondo en una audiencia que lo escuchó con un silencio respetuoso y conmovido. Otro momento que sin duda elevó los corazones de los presentes, fue cuando Hozier colocó la banderas LGBTQ+ Junto a ello, este encuentro también tuvo momentos de humor y de conexión con su fanaticada, como cuando el público le pidió a coro que se soltara el pelo, o cuando mencionó su experiencia con Duolingo tratando de aprender español, sacando risas y aplausos.
Así, tanto el irlandés con su humor, personalidad carismática y magnética voz, como la propuesta visual y sus músicos, hicieron de este encuentro mítico en más que un concierto, lo de Hozier en Santiago fue un ritual: una peregrinación entre hadas, árboles, infiernos simbólicos y luces que nos guiaron de vuelta a la esperanza.
HOZIER