Luego de dos intentos fallidos, los británicos por fin se subieron al escenario del Teatro Caupolicán y demostraron por qué a veces la espera vale la pena. Con un show larga duración, hipnotizaron y cautivaron a un público que confiaba en su arribo.
Texto: Matías Muñoz
Fotos: Francisco Aguilar
Era un Teatro Caupolicán lleno de personas que esperaron pacientemente por el debut de The Pineapple Thief en nuestro país. Y es que la banda se demoró en confirmar su arribo, o más bien, materializarlo tras dos intentos cancelados: show en solitario y festival. Sin embargo la espera valió la pena, demostrando que este tipo de shows merecen total atención al detalle y un espacio íntimo para su desarrollo.
A las 20:00 hrs puntual se subía al escenario el proyecto local Nuvian. En formato dúo, dos potentes bajos se pasearon entre la improvisación y mucho tapping para avanzar en una especie de batalla de virtuosismo, con arreglos y composiciones desnudas que a ratos no se entendían bien pero que reflejaban complejas estructuras que sirvieron de motor para lo que vendría después. Hacia el final, el dúo confirmó que no pudieron contar con su baterista en escena.
The Pineapple Thief son una de esas bandas que se hace esperar pero que de entrada lanzan sus credenciales. Con cercanía, calidez y humildad, la banda salió a escena con los primeros acordes de “The Frost” y “In Exile”, desatando la locura de los presentes. El público, paciente y reflexivo, pasó rápidamente a la euforia de ver, por fin, a los ingleses debutar en solitario en el país. Con cánticos para Bruce Soord y por sobre todo para la atracción de la noche, el baterista Gavin Harrison, la gente perdió la timidez.
“Demons” y “Put It Right” siguieron con el set hasta los puntos altos en “Versions of the Truth” y “Every Trace of Us”. En tan sólo un par de canciones, Soord cambia constantemente de guitarra, pasa de eléctrica a acústica, de afinación en afinación, de efecto en efecto. La banda, completada por Jon Sykes en el bajo, Steve Kitch en teclados y Beren Matthews en guitarra se ensambla perfectamente para dar vida a su particular sonido: un complejo entramado progresivo pero de suaves melodías que hacen digerible esa intrincada construcción.
Como pioneros de un estilo más alternativo, los ingleses conviven fácilmente con bandas de matriz como Oceansize o Porcupine Tree, todos con una tradición progresiva y de pasajes densos y oscuros, con elementos texturales y arreglos tradicionales que esconden esa complejidad. En vivo, The Pineapple Thief es una muestra más de eso. Una demostración y una clase magistral de un show perfectamente estructurado, donde ningún detalle queda al azar.
La banda tiene la fortuna de contar con virtuosísimos ejecutores y un sonido impecable para cada uno de los detalles que suenan. Así, se dieron el gusto de interpretar en formato unplugged “Threatening War”, “Barely Breathing” y “Snowdrops”, permitiendo así más cercanía con el público.
El virtuosismo de cada uno se hace notar en cada uno de los elementos que adornan canciones como “To Forget” o “It Leads to This”. No se eclipse ni se opacan, hay momentos para las texturas, lo acústico, solos y mucho efecto de Soord y su pedal whammy, hay golpeteos de bajo y bajos limpios, hay platos y cambios de ritmo en la batería de Harrison, todo perfectamente acoplado para una experiencia sólida y precisa.
El show de Pineapple Thief consolidó lo que la banda a sido capaz de ofrecer a lo largo de su carrera, llenando escenarios del mundo y debutando en nuestro país, con un set que valió la pena cada espera.
The Pineapple Thief debutó con un show de larga duración, sin dejar espacio para las dudas pero sí para la reflexión: el nivel de convocatoria de este tipo de bandas nunca decepciona y deja en evidencia el cariño y el respeto del público chileno por el rock progresivo, que hace rato tiene un espacio más que asegurado.