Dudas existenciales, primeros amores, acento inglés y el debut solista del líder de Arctic Monkeys. Si quieres experimentar una unión perfecta entre lo que ves y oyes, Submarine es para ti.
Por Nicolás Noli
Es común escuchar que cuando uno transita la adolescencia está en la edad del pavo. Se cree que en ella no entendemos nada y la cabeza solo sirve de adorno. Sin embargo, es al revés, es en la adolescencia el momento donde pensamos en todo y queremos vivirlo.
Inspirado en sus propios sentimientos, Joe Dunthorne publicó en el año 2008 se lanzó la novela titulada Submarine. Un par de años después, esta sería adaptada al cine usando un pequeño elenco de actores ingleses –y la participación especial de Ben Stiller- que de manera simple lograron recrear momentos que pueden hacerte identificar con algún personaje.
La desesperación por estar cerca de ser un adulto o el fracaso de tu propia vida adulta, el incipiente amor juvenil o la extinta chispa del amor en los padres. Todo eso se refleja a través de colores y montajes que colman cuentas de Tumblr por si estilo encantador. Porque eso hace esta película, encanta, y más si la música la hizo Alex Turner.
Por medio de seis canciones, Alex Turner pone de su talento instrumental para que la vida de Oliver, un desadaptado, sabiondo y engreído niño de 15 años, salga de su burbuja y conozca su primer amor. Este, viene de parte de la fría y manipuladora Jordana, quien a la larga con la estupidez pero atención de Oliver, va cambiando.
Obvio, entre medio pasan muchas cosas como dramas familiares que en esa época de nuestras vidas nos cuentan aceptar y que por lo tanto, traspasamos a nuestras relaciones amorosas. Es ahí donde la música de Alex Turner juega un papel central.
Porque la suave percusión que da inicio a "Stuck on the Puzzle" –tema central de la película- va junto a ese descubrimiento de que las emociones no son hechos aislados. Que es con ellas que la vida cobra sentido aparte del colegio u otra actividad “formal”. Sino que aquello como el amor o la familia, la que controla este puzle que a fin de cuentas es la vida.
U otra de las obras maestras de esta película como Piledriver Waltz, que resume la conclusión de Oliver –sin hacer ningún spoiler de la trama obvio- donde al final nunca somos capaces de controlar nuestro mundo. Sino que debemos aceptar los problemas y desafíos para ver hasta dónde nos llevan y aprender. Sentir y vivir.
La película es íntima, su música es íntima y más allá de cualquier estereotipo, es más profunda de lo que parece. Un ejercicio para recordar lo abrumados que estábamos cuando teníamos espinillas y la niña que te gustaba no te respondió el último mensaje. O cuando nuestros padres dejaron de ser nuestros héroes para ser personas tan reales y normales como nunca los vimos.
Alex, famoso por dedicar canciones al pasado, le puso parte de sí a este EP. El primero como Alex Turner y que no tiene problemas con tocar uno que otro tema de repente. Porque a fin de cuentas, en momentos como estos, a nadie le hace mal recordar.