El músico y cineasta John Carney nos deleita con una historia con fuertes tintes de romanticismo adolescente, pero armada sobre los cimiento de clásicos musicales británicos de los años 80.
Por Javiera Andrade
John Carney ex bajista de la banda irlandesa, The Frames, presenta su obra número tres, como siempre, demostrando el papel protagónico que cumple la música en cada una de sus piezas cinematográficas, algo más que demostrado en sus trabajos anteriores, Once y Begin Again. De músico a director de cine, nos deja claro el “match” que representan estos dos artes y Sing Street refleja la maravilla de esta fusión.
Un conflicto familiar y económico llevó a Connor (alias Cosmo) a transferirse a un nuevo colegio y cambiar radicalmente su entorno. Nada anunciaba que en un ambiente tan adverso en los pequeños barrios de Dublín, Irlanda, iba a encontrar el que sería su destino, su sueño, y por qué no decirlo...también al amor.
Transcurría la década de los 80’s y la Synge Street, calle donde se albergaba el nuevo lugar de estudios de Connor, tenía a sus afueras cada día a una misteriosa chica, que no pasó desapercibida para el joven protagonista de esta historia. En el afán de llamar la atención - como cualquier chico de 15 años en plena conquista - creó una banda de música ficticia para sorprender a la presunta modelo llamada Raphina e invitarla a participar de un video clip. Así comenzó el camino obligado a la formación de un proyecto musical, con la chica como su musa principal.
Así fue que se juntaron 6 jóvenes chicos del mismo colegio y comenzaron las composiciones gracias a la guía de Brendan, el hermano mayor de Connor, quien con una extensa colección de discos fue influenciando cada semana la creación de las canciones. La película va retratando de manera explícita cómo a medida que Cosmo escucha nueva música nueva, también va incorporando atuendos y estilos acordes al artista de turno, demostrando que “somos lo que escuchamos”. Los continuos cambios de estilo de música (New Wave, New Romantic y Post-Punk) que los miembros de la banda realizan a lo largo de la cinta serán la ruta que traza la presentación de una excelente banda sonora con canciones de A-Ha, Culture Club, David Bowie, Depeche Mode, Duran Duran, Hall & Oates, Spandau Ballet, The Cure, The Clash, The Jam y ufff, un sin número de clásicos del apogeo musical brit de la década.
Es imposible no mencionar que además de los mencionados clásicos, las canciones originales del filme, escritas por el propio John Carney con la colaboración de Bono y The Edge de U2, son de inmensa calidad compositiva y rescatan de manera muy bien lograda, la esencia e influencia de los exponentes ya mencionados, pero agregando elementos más modernos y pop.
Sin duda queda a la vista que Carney fue músico, ya que te lleva a conectar con el camino que significa decidir crear una banda. Pasar por encontrar a los integrantes adecuados, definir un estilo, elaborar la música, las letras y por supuesto, la ilusión de ese primer concierto, en dónde se presenta el punto de inflexión.
Una presentación en la escuela, con un aire a los 50’s, haciendo un guiño a la aclamada Volver al Futuro de Robert Zemeckis es la oportunidad donde la banda logra arrasar con sus creaciones musicales divertidas y contestatarias, un momento de controversia y rebelión a los dramas adolescentes, como a los abusos que se viven en un tradicional colegio religioso de la época.
El final está lleno de esperanza y nos hace recordar aquellos años en donde todo era posible. Un barco que lleva los dos jóvenes enamorados en busca de opciones fuera de una Irlanda precaria en aquella época, un momento en donde volvemos a soñar y dibujamos mentalmente también el futuro próspero de Raphine y Cosmo.
Una película exquisita, de romance, pero sin tanta melosidad, combinando el humor sarcástico, cálido y el drama musical. La música y el amor convergen en sintonía como un canto llegando al corazón de quién la ve e invocando la nostalgia de revivir los vinilos, cassettes, los looks y aquellas bellezas que los que nacimos antes de los 90’ recordamos siempre con una particular carga emocional.
Una recomendación melómana, pero para todo tipo de espectador, desde los que simplemente quieren algo liviano, divertido y disfrutar de la excelente banda sonora, como para los más amantes del cine, con algo extravagante y de calidad. Sing Street es sencillamente una invitación a reconectar con ese sueño que tal vez todos y todas hemos tenido, esa ilusión con lograr ser parte de una banda de rock.
Disponible en Netflix