Un festival de música debiese ser considerado por antonomasia como la representación más precisa de un estado de perfecta comunión, la unificación de las energías y buenas vibras en torno a una experiencia única y transversal, sin embargo, cuando esta acumulación de energía se canaliza de manera errónea, traduciéndose en desenfreno y descontrol, lo que a priori debiese ser una fiesta se puede terminar convirtiendo en un episodio oscuro y doloroso. Limp Bizkit, a lo largo de sus casi tres décadas de trayectoria, se ha visto envuelto en un par de situaciones profundamente trágicas, que escriben con sangre los capítulos más controversiales de los nativos de Jacksonville y que los han puesto en el centro de las críticas más desgarradoras de su carrera: Woodstock (1999) y Big Day Out (2001).
“El día en que la música murió” fue la triste etiqueta que se adjudicó la última edición del mítico Festival Woodstock en 1999, evento que bajo el clásico eslogan “paz, amor y música” prometía convertirse en una bella fiesta conmemorativa de las tres décadas desde su primera edición, contando con un cartel plagado de talentosos artistas, tales como: James Brown, Alanis Morissette, Moby, Rage Against the Machine, Metallica, Megadeth, Red Hot Chili Peppers y Korn. Limp Bizkit también se haría presente en el evento con su recientemente estrenado segundo álbum de estudio “Significant Other” (1999), una carrera en evidente ascenso que gozaba del beneplácito de los medios especializados y cuyo show sería sindicado como uno de los principales responsables de la pesadilla que se viviría esa jornada.
El festival desde un principio evidenció graves problemas de organización: una locación inadecuada para albergar un evento de esa envergadura, equipos de seguridad amateur, precios excesivos de los insumos básicos, como por ejemplo las botellas de agua que se vendían a 4 dólares y cuyo alto costo se tradujo en episodios de deshidratación. Estos factores fueron agitando poco a poco los ánimos de los asistentes y el punto de máximo desenfreno y violencia llegaría durante la presentación de Limp Bizkit, en particular durante la interpretación del tema “Break Stuff”, donde se destrozaron torres de sonido, se quemaron trailers y cabinas, y se desató una euforia generalizada y descontrolada. La jornada dejó un triste saldo de múltiples fanáticos lesionados, tres muertos, y varias denuncias de violaciones grupales e individuales, lo que se explica en detalle en los documentales “Woodstock 99: Peace, Love, and Rage” (HBO) y “Trainwreck: Woodstock '99” (Netflix).
En enero de 2001, durante la presentación de la banda en el marco del Festival Big Day Out, una joven de 16 años llamada Jessica Michalik fue aplastada por una avalancha de fanáticos, quedando con lesiones graves que la mantuvieron en coma durante cinco días y que posteriormente le costarían la vida. A partir de lo sucedido y evidentemente afectados la banda se negó a continuar con el resto de la gira, cancelando su participación en las últimas tres fechas agendadas. Los padres de la joven presentaron una denuncia contra la agrupación ante el Tribunal Supremo de Nueva Gales del Sur, la cual posteriormente fue desestimada al existir evidencia visual de que Fred Durst en reiteradas ocasiones detuvo la presentación para pedirle al público que retrocediera y ayudaran a los que se pudieran haber caído y lesionado.
La familia de Jessica también entabló acciones legales contra la productora del festival BDO, Creative Entertainment Australia, a los fabricantes de escenarios y barricadas Australasian Event Services y a la compañía de seguridad Australian Event Protection, alegando que unas barreras adecuadas hubieran evitado el tráfico desenlace. Sin lugar a dudas uno de los más afectados por esta situación fue el excéntrico guitarrista Wes Borland, quién en entrevistas posteriores declaró que fue justamente este incidente uno de los gatillantes que lo hicieron tomar la decisión de abandonar la banda en octubre del mismo año. En sus propias palabras: “I don't want to be part of a force where something like this can happen” (no quiero ser parte de una fuerza donde algo como esto pueda suceder).
Quienes han tenido la fortuna de presenciar en vivo un show de Limp Bizkit, saben perfectamente que este es un viaje que difícilmente pasa desapercibido, que se escribe a fuego en el subconsciente de cada uno de los asistentes en base a una precisa combinación de éxitos incombustibles, energía desbordante y potencia de principio a fin, y el próximo viernes 15 de marzo tendremos una nueva oportunidad para encontrarnos con la excelencia sonora de Fred Durst y compañía, cuando se presenten como cabeza de cartel de una nueva edición de Lollapalooza Chile.