El quinteto australiano vuelve con su gira de promoción de su último disco Lekkerboy, el próximo 27 de septiembre en el Teatro Caupolicán. Un álbum escrito en pandemia que trae lo mejor de Sticky Fingers, pero con una evolución sonora necesaria.
Por Valentina Morales
Lekkerboy es el reflejo perfecto del viaje que Sticky Fingers ha realizado hasta ahora. Escrito en medio de la pandemia y la primera vez en trece años que la banda estuvo aislada, viviendo en diferentes lugares del país. No obstante la banda finalmente se volvió a conectar para hacer algunos de sus mejores trabajos hasta la fecha.
Los tonos que el quintento logra sacar refleja lo muy diestros y siempre cambiantes que son. Solo requiere escuchar algunas canciones de cualquier álbum de Sticky Fingers, y es bastante evidente que su sonido es casi imposible de encasillar. Su tendencia a experimentar con nuevos sonidos en los álbumes continúa en Lekkerboy.
Sticky Fingers explicó a inicios de año que el álbum se tituló originalmente We Can Make the World Glow, de acuerdo con el sencillo de 2021 del mismo nombre. Sin embargo, este cambió a Lekkerboy, un especie de homenaje a la frase holandesa del mismo nombre y la palabra que está grabada en el estómago del vocalista Dylan Frost.
- "'Lekker' es holandés para 'sabroso'", explicó el grupo. “Cuando te encuentras en Holanda lo escuchas mucho. Es equivalente a decir 'ye cool' o 'sssiiiicccckkk'. . . ‘llleeeekkkeeerrrrrrrr’”.
La canción principal que le da título al álbum, "Lekkerboy" suena fiel al sonido característico de los australianos, con voces sin esfuerzo, melodías suaves y una atmósfera relajada en general. Tocando temáticas como la adicción, es otra mirada personal a las vidas de los cinco muchachos australianos, rindiendo homenaje al tiempo que la banda pasó en los Países Bajos.
"My Rush" es una de las muestras del sonido en evolución constante que persigue la banda. Con cinco álbumes uno pensaría que podrían haberse quedado en solo hacer lo mismo, y si bien están las características sonoras clásicas de los australianos, esforzarse constantemente por algo nuevo y emocionante, es exactamente lo que se obtiene con esta canción. Sónica y temáticamente más oscura.
"Crooked Eyes" se aparta ligeramente del estilo característico de Sticky Fingers. Completamente limpia en sonidos, casi desnuda, la voz cálida y en tonos miel de Frost se funde con guitarras de corte limpio y un órgano vintage. Las armonías en capas crean una atmósfera escalofriante, que evoca a los coros de gospel, que asiente con la narrativa de la canción de superar las dificultades y encontrar la luz al final del túnel.
La vibra de este álbum tiene una sensación de triunfo y orgullo de una manera muy poco moralista. Comparar sus letras con su trabajo anterior, puede ser un tanto desconcertante (especialmente si echamos 10 año atrás). Mientras que las letras de la banda estaban impregnadas de una sensación de duda y confusión en sus primeras piezas, las líneas de Lekkerboy muestran a una banda segura de sí misma. El quinteto ahora se enfoca en el amor propio y el autocontrol, y su música refleja su crecimiento personal.
Por encima de todo, Lekkerboy es música reconfortante. Consistente, optimista y fácil de escuchar, pero con un sonido distintivo que se mantiene presente a lo largo de todo el álbum. Es por completo la vibra que de una u otra forma representa a la banda: hedonismo, unión y un toque de apatía. Es un verano pasado en una neblina de fogatas y bongs. Es hablar un poco de que la sociedad está envenenada y el amor es el antídoto. Sentimiento que se expresa a lo largo del álbum, ofreciendo una sensación de escapismo y consuelo.
Sticky Fingers estará presentándose en nuestro país el próximo 27 de septiembre en el Teatro Caupolicán.