El dúo argentino Miranda! volvió a desplegar su característico universo de exageración, brillo y dramatismo esta vez en el Claro Arena, presentando su espectáculo “Nuevo Hotel Miranda!”, una experiencia más cercana a una obra teatral que a un concierto tradicional.
Por: Savka Martinic

Fotos: Constanza Orrego
Desde el primer minuto, las visuales transportaron al público a un hotel futurista, con guiños a una invasión alienígena que se colaba entre luces, criaturas de otro planeta y proyecciones surrealistas. Cada bloque del show se sentía como un nuevo acto dentro de esta historia, donde cada canción funcionaba como una escena en la obra musical que Ale Sergi y Juliana Gattas interpretaron con precisión teatral.
El dúo realizó al menos cuatro cambios de vestuario, pasando por atuendos glamorosos, trajes espaciales y looks que evocaban la estética ochentera tan propia de Miranda!. Bailaron, actuaron y vivieron la obra de pies a cabeza, acompañados por un cuerpo de bailarines que aportó el dramatismo y la energía escénica necesaria para completar esta fantasía audiovisual. Hubo incluso momentos en que los bailarines brillaron por sí solos, generando ovaciones del público mientras Sergi y Gattas se preparaban para el siguiente acto.

El espectáculo abrió con un clásico de los inicios del dúo, “Ritmo y decepción”, encendiendo de inmediato la energía del público entre outfits llenos de brillo y una puesta en escena vibrante. A lo largo de la noche, Miranda! realizó un recorrido por sus grandes éxitos, conectando con sus seguidores más fieles, pero también incorporó nuevos lanzamientos. Uno de los momentos más celebrados fue la aparición de Young Cister, quien se unió al escenario para interpretar “Una loca historia de amor”, desatando la euforia del Claro Arena completamente sold out.
Con cada cambio de ritmo, vestuario y visuales, la invasión Miranda! se sentía cada vez más como una obra teatral dividida en actos. El dúo repasó canciones como “743”, “Triste”, “Plutón”, “Extraño”, “Me gusta”, “Hace rato” y otros himnos que mantuvieron al público en un viaje emocional de casi tres horas.

A diferencia de otros shows, la interacción con el público fue mínima, una decisión que parecía intencional para conservar la sensación de estar frente a una representación teatral más que a un concierto. Aun así, cada canción fue coreada con devoción, demostrando que el público no necesitaba diálogo para sentirse parte de este universo.

Este concierto no fue solo un concierto: fue una experiencia performática, donde la música, la estética y la narrativa se fusionaron en una obra pop total, confirmando una vez más que Miranda! no solo canta, sino que interpreta y habita su propio espectáculo.
