La legendaria banda de rock californiana regresa a nuestro país como uno de los platos fuertes de la próxima edición del festival Fauna Primavera, que se celebrará en noviembre. El tour que los trae conmemora el disco debut del cuarteto, un álbum que marcó a toda una generación en los años noventa y que continúa sumando adeptos hasta el día de hoy. La incómoda honestidad de Rivers, acompañada de riffs inolvidables y coros diseñados para un público masivo, serán elementos clave en una velada que promete ser memorable en Ciudad Empresarial.
Por: Joaquín Reyes
Weezer es una banda que, si uno como fan se saca la camiseta, a veces es muy difícil de defender. Parte de su encanto justamente radica en que nunca sabes qué esperar cuando anuncian un nuevo proyecto. Llega a ser estresante cómo Rivers puede sacar discos que parecen una ensalada con ingredientes que no combinan. ¿Cómo es posible que en un mismo año publique una bella obra sinfónica como OK Human y, cinco meses después, lance lo que suena casi como una parodia del hard rock ochentero en Van Weezer? La respuesta más simple: no hay que pensarlo demasiado.
El cuarteto ya es una banda consolidada dentro del pop rock contemporáneo, y no tiene (ni quiere tener) una línea editorial coherente. Los fans los van a seguir igual, aunque cada tanto nos pongan a prueba de formas bastante creativas.
Es cierto: Weezer tiene una racha de discos más malos que buenos. Pero el talento está ahí. Incluso en trabajos que pasaron sin pena ni gloria, logran sacar clásicos eternos como “Pork and Beans”, “Keep Fishin’” o “Memories”, todos con videoclips espectaculares. Ese es el precio a pagar por esos himnos: aceptar que Weezer no es una banda que haya que tomarse tan en serio. Porque aunque Rivers siga poniéndole cabeza a sus letras, también sigue siendo un personaje de internet a tiempo completo. Disfruta tomando decisiones como poner al actor Jorge Garcia en la portada de un disco o lanzar un cover random de “No Scrubs” de TLC, porque sí.
No enojarse con el presente de Weezer ayuda mucho a disfrutar lo que realmente los hace especiales: ese vínculo inexplicable con sus fans. Una conexión que, pese a todos los altibajos, sigue firme en cada nuevo lanzamiento. Todo lo anterior explicándose con el inicio de su marca en la historia de la música moderna.
Porque sí: sacaron un discazo. Uno de esos que quedan en la memoria, no solo como un debut inolvidable, sino como una piedra angular de los noventa y un referente de cómo hacer pop con guitarras. El homónimo de 1994, conocido por todos como The Blue Album.
En una época noventera donde el grunge todavía reinaba en las radios, apareció Rivers Cuomo como un nuevo personaje en el panorama musical. El sueño de un cabro chico que creció escuchando a los Beach Boys, Metallica y Van Halen se hizo realidad cuando armó una banda que, con su primer LP, pegó con autoridad.
Con la producción de Ric Ocasek (The Cars), el grupo creó un disco de 40 minutos que levanta el ánimo con riffs pegajosos, coros divertidos y una sensación constante de optimismo, incluso cuando las letras no siempre van por ese camino. En vez de hablar sobre adicciones, muerte o los temas oscuros que definieron a muchas bandas del grunge, The Blue Album apostó por otra cosa: ansiedades juveniles, la introversión, y la búsqueda de alegría en lo más simple.
Esos problemas mundanos vienen acompañados de letras que a veces son cómicas, a veces raras, pero casi siempre memorables. Lo que se canta y cómo se canta pueden no sonar muy “cool” si se los compara con lo que estaba de moda en ese entonces. Sumémosle el look de los integrantes (capturado para la eternidad en la portada del álbum), y no es raro que los críticos se hayan apurado en etiquetarlos como “nerd rock”, al estilo de Elvis Costello en los 70 o They Might Be Giants en los 80.
Muchos estamos de acuerdo en que la magia de un disco como Blue está justamente ahí: en la libertad de contar historias cotidianas, en los riffs potentes, y en la sinergia viva entre los miembros de la banda. Eso que en el papel suena ñoño, termina sintiéndose esencial.
El disco comienza con la explosiva “My Name Is Jonas”. Parte con un riff acústico, pero la producción es tan precisa que justo antes de que entre la voz de Rivers ya se siente el rugido de las guitarras que dominarán los siguientes tres minutos. El riff principal es pesado, pero limpio; con poca distorsión y un ritmo hecho para cabecearlo. Las letras, que en su momento evocaban la nostalgia del propio Rivers, hoy funcionan igual de bien para cualquiera que quiera recordar su propia juventud. Las armonías dulces van creciendo hasta desembocar en un caos final demasiado entretenido, que incluye el cameo de una armónica que (de alguna forma) calza perfecto. Una canción nacida desde una experiencia negativa (el hermano de Rivers sufrió un accidente automovilístico), termina siendo una oda a esas pequeñas victorias que nos da la vida. Como llegar al final de una semana eterna.
Las siguientes dos canciones pueden verse como un “double feature” o simplemente como dos temas unidos por el mismo origen: traumas adolescentes de Rivers. Es terrible que una canción como “No One Else” sea tan pegajosa. El acorde inicial es brillante, y los coros de Brian Bell y Matt Sharp acompañan a una voz principal que (de la forma más tóxica posible) describe lo que sería la pareja “ideal” para Rivers.. Las consecuencias de ese pensamiento aparecen en la canción que sigue: “The World Has Turned and Left Me Here”. Un tema emo de sobre sentirse estancado en la vida (aunque también funciona perfecto si se escucha sin el contexto anterior). Comienza con un riff acústico que se funde con acordes pesados a lo largo de toda la canción, y el cambio de voces hacia el final termina elevándola como una de las grandes obras del pop rock de los 90.
“Buddy Holly” no necesita presentación. Amada y trillada hasta la muerte (particularmente por ese mini-solo de guitarra después del puente) es simplemente irresistible. Un coro que se instala en el cerebro, unos “Ooh-Ooh” hechos para corear, y una analogía con el ídolo de los 50 y su pareja (Mary Tyler Moore) que le da un aire tierno y, claro, bastante nerd. Probablemente la canción más conocida de la banda. Otra gran analogía aparece en “Undone – The Sweater Song”, con ese famoso suéter que se deshilacha. Comienza con guitarras hipnóticas y una conversación en medio de una fiesta, pero termina soltando un solo de guitarra y un final descontrolado (potenciado por el gran videoclip que dirigió Spike Jonze). Tanto lo que se habla antes de las estrofas como las letras de Rivers giran en torno al sentirse fuera de la zona de comfort, descolocado, como si alguien tirara de una hebra y tu mundo entero se empezara a deshacer.
“Surf Wax America” es una oda al surf-rock, un tema para pasarlo bien con amigos, con un brillante tributo a los Beach Boys gracias a esas armonías vocales que cierran la canción. Puede que no sea “cool”, pero es tan genuino que justamente por eso es genial.
El lado B del álbum comienza con “Say It Ain’t So”, otro temazo imposible de olvidar. Acá cambia completamente el tono. No solo por las letras, que son tristes y profundamente personales, sino porque por primera vez la música no busca motivar. Es introspectiva, más densa. Rivers canta desde la fragilidad de un niño que teme que su padrastro esté repitiendo los errores de su padre biológico. La suavidad de las estrofas contrasta con un coro ensordecedor, y ese choque le da a la canción una carga emocional enorme. Los coros de Matt en las estrofas están entre sus mejores aportes, y el cambio de tono de Rivers entre verso y coro intensifica aún más el mensaje.
“In the Garage” es preciosa. Su mensaje es simple: buscar un espacio seguro. Con una armónica, un bajo potente y Pat marcando el ritmo, se arma una canción sobre ese lugar donde uno puede ser uno mismo, sin preocuparse por lo que pase fuera. Todos hemos tenido un “garage” donde nos escondemos del mundo. Rivers tenía literalmente uno para hacer música. Carmy, en The Bear, tiene su cocina. Y así, cada uno encuentra el suyo. “Holiday” vuelve a ser un himno para pasarlo bien, con solos que parecen sacados de Queen y un puente cómico, con Pat cantando a capela al estilo de un cuarteto de barbería. Nada denso, solo dulce para los oídos
El cierre con “Only in Dreams” es perfecto. Tiene un aire de alienación similar al de “Undone”, pero con una estructura más ambiciosa. Un riff de bajo constante guía toda la canción, mientras Rivers alterna entre cantos suaves y gritos desgarradores que narran lo difícil que es enfrentarse a ese amor platónico inalcanzable. El "sueño" del que habla lentamente se transforma en una pesadilla, y la segunda mitad del tema (totalmente instrumental) construye un crescendo que explota en una batería feroz y un solo de guitarra punzante. Con ocho minutos de duración, es la canción más larga de la banda, y con justa razón, también es considerada su obra maestra.
The Blue Album es una carta de amor a la juventud y a lo mundano. Rivers relata con sencillez sus vivencias y pensamientos más íntimos, mientras la banda lo acompaña con guitarras filosas y riffs imposibles de sacar de la cabeza. El resultado es un disco al que muchos le tenemos un cariño inmenso. Aunque toca temas tristes, la experiencia de escucharlo genera más alegría que pena. Nos transporta a un universo donde la vida era más simple, y todo lo que importaba era pasarla bien, sonreír, cantar y tararear el solo de “Buddy Holly”. Por discos como este, se le perdona a Weezer una carrera llena de altibajos. Porque por más que nunca hayan podido escapar del peso de este debut, vamos a seguir queriéndolos igual, hasta el fin del mundo.
Weezer vuelve a Chile para el festival Fauna Primavera de este año. Será su segunda visita al país, luego de su debut en el Movistar Arena en 2019. Ese primer show estuvo marcado por un repaso a casi todos sus discos y una buena cantidad de covers, por estar en plena era del Teal Album. Pero esta vez la historia es distinta: en conmemoración de los 30 años del Blue Album, lo tocarán completo en Ciudad Empresarial. Solo queda esperar un show lleno de himnos inolvidables y ese sentido del humor tan de ellos.