Energía pura y dura, así fue la presentación de Sticky Fingers en el Teatro Caupolicán

Un show redondo que logró mezclar lo mejor de la melancolía y el optimismo por el cual los australianos se han hecho conocidos. En una presentación eléctrica que gracias a una excelente recepción del público quedará grabada en la memoria de todos los asistentes del Teatro Caupolicán.

Por Valentina Morales

Por Fabián Mangili

Ayer en la noche, por tercera vez en la vida, se presentó Sticky Fingers en nuestro país. Ante un repleto Teatro Caupolicán, que estaba ansioso y expectante por el retorno de los australianos. La banda liderada por Dylan Frost, ya se había presentado en 2019 en el marco del Festival Colors Night Lights Summer Editionm y en 2020 por partida doble en la Blondie.

Esta vez lo hicieron promocionando su más reciente placa, Lekkerboy, un álbum escrito en pandemia que representa lo mejor de Sticky Fingers, pero con una evolución sonora necesaria.

A las 21:17 se apagaron las luces del Teatro Caupolicán y comenzó la introducción de “Enter Sandman” de Metallica, curiosa elección para una banda que, a simple vista, no tiene mucho que ver con Metallica, pero el rugiente público hizo que nada de eso importara y que la mezcla sonora junto a la entrada de Daniel “Freddy Crabs” Neurath, el carismático tecladista de la banda, quien con un micro short y torso desnudo dio, literalmente, el puntapié inicial al lanzar una pelota de fútbol al público, mientras que el resto de la banda comenzaba a subirse al escenario. Era justo lo que se necesitaba para dar inicio a una jornada eléctrica.

Por Fabián Mangili

Con una iluminación deliberada, sencilla, pero muy apretada y bonita, los australianos conquistaron a un público que ya iba rendido a sus pies a disfrutar de la jornada. “Land of Pleasure”, la canción que le da nombre al segundo álbum de la banda, fue la elegida para dar inicio oficialmente al setlist de Sticky Fingers.

Un juego constante con la audiencia, se hizo presente durante todo el concierto, “la última vez que estuvimos acá fue al inicio de la pandemia”, explicaba Paddy Cornwall, el bajista de la banda, que sirvió como maestro de ceremonias.

Con un sonido potentísimo que se vio encapsulado de manera bella en un recinto, que no siempre perdona a sus artistas. En el caso de los Sticky Fingers les jugó a favor. Ese sonido casi espacial, mezclado con la dureza de las guitarras y la desgarradora voz de Dylan Frost, permeó cada rincón del Teatro Caupolicán, llegando a una audiencia que por su parte respondió rugiendo, cantando bailando y disfrutando ante una anonadada banda.

“Están locos, definitivamente están, jodidamente locos” se reía Cornwall, ante un público que gritaba aún más fuerte. Ensordecedor, pero que definitivamente puede ser el mejor levanta ego que una banda puede llegar a tener. Y esa es la magia que entrega el Caupolicán a una banda que se entrega y una fanaticada que responde con el mismo nivel. Se genera una complicidad que une a los fans con sus artistas. “Gold Sanfu” fue uno de los momentos donde esto fue tangible, con un público que coreó todas las letras y donde los Sticky simplemente los dejaban cantar.

Y si bien como banda que fusiona el indie, el rock y el reggae, uno podría pensar que Sticky Fingers son una banda que todo el tiempo canta de optimismo, siempre se encuentran detalles que abordan la melancolía de una manera sentida. Con canciones como “ Liquorlip Loaded Gun” en la primera parte del show, y con el primer encore con toques acústicos (“Napalm” y “Cyclone”) fueron momentos de alto impacto emocional.

Y es que la calidad vocal de ¨Dylan Frost merece ser reconocida. A diferencia de la mayoría de las bandas donde el vocalista es quien dirige a la audiencia. En este caso lo fue su bajista, pero el poder de Frost reside en los golpes emocionales a la hora de cantar, donde su fuerza vocal, y técnica no se perdió en ningún momento durante las casi dos horas de show. Cabe destacar que muchas veces el combo emocional llegaba por partida doble con unas guitarras eléctricas que casi lloraban. Verdaderas joyas, escondidas en este aire optimista de los Sticky Fingers.

Por Fabián Mangili

“Sabemos que hoy había otro show, ¿Daddy Yankee? Ustedes eligieron el show correcto”. Y puede que sea cierto, ayer la producción funcionó de manera ejemplar, incluso ante algunos casos de desmayos y descompensaciones (4 al menos) que se vivieron en la cancha del Teatro, donde en menos de 1 minuto producción y paramédicos corrieron a socorrer. Algo que no debiese pasar desapercibido, y quizás también como recordatorio a todos los que asisten a eventos masivos, de cuidarse y saber dónde están los límites del propio cuerpo.

“Australia Street” fue la encargada de cerrar el primer encore y de manera brillante. Con un reviente en el escenario que se vio potenciado con el arrojo con que Dylan Frost, literalmente, se lanzó sobre el público, haciendo un poco de crowdsurfing para cerrar un concierto que estuvo cargado de energía de inicio a fin.

Un regreso potente de parte de los Sticky Fingers quienes se vieron en casa ante el público chileno, donde la energía de la banda se mezcló de manera ejemplar con la del público y donde quedará en el recuerdo como uno de los grandes shows que hemos visto este año en el Caupolicán. “This is the best gig of the tour”*.

Setlist:

  1. Land of Pleasure
  2. Outcast at Last
  3. Gold Snafu
  4. Lupo the Wolf
  5. Cool & Calm
  6. Smoke Rings
  7. We Can Make the World Glow
  8. Rum Rage
  9. Liquorlip Loaded Gun
  10. Bootleg Rascal
  11. My Rush

Encore:

  1. Napalm
  2. Cyclone
  3. How to Fly
  4. Australia Street

Encore 2:

  1. Multiple Facets of the Same Diamond

Galería fotográfica por Fabián Mangili