Lo que comenzó como una actualización logística se ha transformado en la antesala de uno de los eventos más cargados de historia y decibeles del año. El festival Loserville, la gira conceptual ideada por Limp Bizkit que celebra la estética de lo "anti-cool" y la nostalgia del cambio de milenio, ha confirmado su traslado al Parque Estadio Nacional. Esta mudanza, motivada por el uso del recinto original como centro de votación, termina configurando un escenario ideal para la magnitud del cartel: un espacio conectado, con zonas de descanso, hidratación gratuita y una infraestructura diseñada para festivales de alto calibre. Sin embargo, la verdadera noticia que ha sacudido a la comunidad rockera es la reconfiguración de su alineación, donde la baja de Yungblud dio paso a la incorporación de un peso pesado del metal británico: Bullet For My Valentine, quienes se suman a los anfitriones Limp Bizkit y a los incombustibles 311.
Por: Joaquín Bravo
Para entender la magnitud de la visita de Limp Bizkit, hay que ir más allá de la gorra roja de Fred Durst. La banda de Jacksonville, Florida, no solo sobrevivió al colapso del Nu Metal, sino que se convirtió en su máximo referente gracias a una alquimia interna llena de tensiones creativas. Pocos fanáticos saben que la dinámica de la banda se basa en la fricción entre dos mundos opuestos: la cultura hip-hop y urbana que encarna Durst frente al surrealismo y el arte conceptual del guitarrista Wes Borland. Borland, conocido por sus disfraces estrafalarios que van desde alienígenas biomecánicos hasta caballeros victorianos decadentes, diseña y confecciona personalmente su vestuario y maquillaje, un proceso que considera tan importante como sus riffs. Esta dualidad es lo que permitió que su álbum Chocolate Starfish and the Hot Dog Flavored Water (2000) rompiera récords históricos, vendiendo más de un millón de copias solo en su primera semana en Estados Unidos, una cifra astronómica que cimentó su estatus de superestrellas globales en una era donde la industria musical tocaba su techo financiero.
El regreso de Limp Bizkit con la gira "Loserville" también trae consigo una narrativa de redención y autoconsciencia. Durante años, la banda cargó con el estigma de los incidentes de Woodstock '99, donde fueron acusados injustamente de incitar los disturbios durante la interpretación de "Break Stuff". Hoy, la banda ha abrazado su legado con ironía; Fred Durst ha cambiado su ropa ancha por el look "Dad Vibes" (padre suburbano), burlándose de su propia madurez mientras la banda suena más ajustada que nunca. En su setlist actual, no es raro encontrar improvisaciones de jazz o covers que rompen esquemas, como sus recientes interpretaciones de clásicos de Nirvana o Rage Against the Machine, demostrando que detrás de la fachada de "fiesteros", hay músicos de una destreza técnica envidiable, liderados por la base rítmica de Sam Rivers y John Otto, a menudo citada por músicos de sesión como una de las más creativas del género.
La gran novedad del cartel, Bullet For My Valentine, llega con una carga emotiva especial para los seguidores del metalcore. La banda galesa, que originalmente se llamaba "Jeff Killed John" y comenzó su carrera tocando versiones de Metallica y Nirvana en pequeños bares, celebra en este ciclo los 20 años de su debut discográfico. Su inclusión en el festival coincide con el aniversario de The Poison (2005), el álbum que definió el sonido de una generación al mezclar la agresividad del thrash metal con estribillos melódicos pop. Sin embargo, la carrera de BFMV estuvo a punto de truncarse drásticamente: durante la grabación de su segundo disco, Scream Aim Fire, el vocalista Matt Tuck sufrió una infección severa que requirió una amigdalectomía de emergencia. Tuck tuvo que volver a aprender a cantar desde cero, un proceso arduo que transformó su técnica vocal y que hoy le permite mantener la potencia en vivo tras dos décadas de giras incesantes. Su presentación en Loserville promete ser una cátedra de duelos de guitarras armonizadas, una herencia directa de sus ídolos Iron Maiden, adaptada a la velocidad del siglo XXI.
Por otro lado, la presencia de 311 aporta la cuota de mística y culto al festival. Formados en Omaha, Nebraska, en 1988, el nombre de la banda proviene curiosamente del código policial de Omaha para "exposición indecente", un dato que contrasta con la vibra positiva y de unidad que promueven sus letras. 311 no es solo una banda, es una institución que opera casi al margen de las tendencias; poseen una de las bases de fans más leales del mundo, conocida como "The Hive" (La Colmena), e incluso organizan sus propios cruceros temáticos y celebran cada 11 de marzo el "311 Day" con conciertos maratónicos de hasta cinco horas. Musicalmente, son pioneros en la fusión de cinco elementos: rock, reggae, rap, funk y dancehall, un sonido que perfeccionaron mucho antes de que el crossover fuera la norma. Con Nick Hexum y el virtuoso bajista P-Nut al frente, llegan a Chile promocionando Full Bloom, demostrando que la longevidad en el rock es posible cuando se prioriza la comunidad sobre el estrellato.
El cartel se completa con figuras que representan los extremos del espectro musical actual. Riff Raff, el rapero de Houston también conocido como "Jody Highroller", es una figura de culto en la cultura de internet; su estética neón y su personalidad excéntrica fueron tan influyentes que inspiraron el personaje de James Franco en la película Spring Breakers (2012), desatando una polémica legal y mediática que solo aumentó su fama. Junto a él, la fuerza femenina de Ecca Vandal, quien ha colaborado con leyendas del punk como Dennis Lyxzén de Refused, y el "Ghetto Metal" de los californianos Slay Squad, terminan de configurar una jornada en el Parque Estadio Nacional que promete ser mucho más que un concierto: será un viaje por las subculturas que definieron, y siguen definiendo, la música alternativa. Las entradas para ser parte de esta historia continúan disponibles a través del sistema Ticketmaster.