Con una puntualidad digna de su origen inglés, Billy Idol debutó ayer en nuestro país con un sólido show que no obstante, se vio un tanto empañado debido a un problema con ingresos forzosos y humos que se filtraron al interior del Teatro lo que generó un interludio no solicitado. Pese a eso, fue un show donde pudimos apreciar todo el carisma del británico, disfrutar de la solidez de la banda y llenarnos de la energía del público.
Por Valentina Morales
Foto por Ramón eMe Gómez/Lotus
El reloj marcó las 21:00 y Billy Morrison, la guitarra principal de la banda de Billy Idol subió al escenario, seguido de sus compañeros, cerrando la comitiva el ícono Steve Stevens. Con un mini instrumental, calentaron al público para la llegada del rey, Billy Idol ante un Caupolicán que vitoreaba al inglés.
Los acordes de Dancing With Myself, el single de la ex banda de punk de Billy, Generation X, y comenzó oficialmente el show. Y el mencionar lo punk no es algo al aire, porque, aunque era de esperar que fuera uno de los géneros musicales de la noche, junto con el hard rock y esa curiosa mezcla entre balada/hard rock/pop. Ayer el espíritu del punk estuvo presente durante todo el show.
Con una puesta en escena bastante simple, pero muy efectiva. Un telón en el fondo donde se proyectaban gráficas que asemejaban a warehouses de Nueva York con un toque muy industrial y de mucha influencia de steampunk. Eso sumado a un juego de luces simple, pero muy efectivo. Bastante bien adaptado a la extensión que provee el Teatro Caupolicán.
El show de anoche estaba enmarcado en la última gira de Idol, la cual lo traía por primera vez en Chile, por lo que era de esperarse un setlist cargado a los clásicos, sin embargo encontramos tiempo para escuchar dos temas nuevos, de su próximo EP Cage, que se estrena este 23 de septiembre, la canción que da título al EP, además de Runnin’ From the Ghost. Bitter Taste, que algunos podrán recordar, ya que fue parte del soundtrack de la tercera temporada de The Umbrella Academy, fue el single elegido de su último, y celebrado, EP, The Roadside.
Foto por Ramón eMe Gómez/Lotus
Momentos donde el público apoyó, coreó y respaldó a Billy, pero que serían nada, en comparación al fervor que generaron los clásicos del inglés como Flesh For Fantasy, la tercera canción de la noche, de su segundo álbum en solitario, Rebel Yell (1984). Eyes Without a Face, del mismo álbum, que tuvo un bello momento de cuasi karaoke en el público sumado a algunas linternas encendidas entre la audiencia que aportaron un toque romántico a la jornada. Mony Mony, el cover del Tommy James and The Shondelles y One Hundred Punks, también original de Generation X, pusieron las cuotas de punk que permearon durante todo el show.
Pero hay que mencionar lo ocurrido durante la interpretación de Speed, el tema homónimo de la película de Keanu Reeves de 1994. En la mitad de la presentación pudimos ver a Idol toser incómodamente, mientras miraba por toda la extensión del escenario tratando de divisar qué estaba ocurriendo. Un olor bien desagradable comenzaba a ingresar al Teatro Caupolicán que indicaba que algo estaba ocurriendo a las afueras del recinto.
La incomodidad comenzó a aumentar y fue cuando parte del staff y producción subieron al escenario, primero para hacer un time out (literalmente alguien de la producción le hizo el gesto a Billy para que se detuviera). Se apagaron las luces del escenario, encendieron las del público, se detuvo la música y escoltaron a Billy y a la banda par que bajaran del escenario.
Durante la primera parte del concierto del inglés habían tratado de ingresar de manera forzosa varias personas lo que habría desencadenado una serie de problemas que inluyeron, humos desagradables, quizás gas lacrimógeno, que imposibilitaron que se siguiera con el show. “Estamos esperando que el Teatro se ventile un poco. Billy Idol quiere volver a tocar al escenario”.
Y tras casi 25 minutos de interludio forzoso, Billy Idol y su banda regresaron al escenario “I hope everybody’s ok” exclamó el inglés al público antes de dar el vamos a Speed, para ahora sí, poder interpretarla de inicio a fin sin problemas.
Otro detalle a mencionar, que si bien no empañó el show, como lo pudo haber sido el problema ya explicado, sí se detectaron ligeros problemas con la amplificación del micrófono de Idol. Pudo ser que simplemente el Teatro Caupolicán generaba demasiado retorno y por ende los instrumentos sonaban mucho más fuerte, o que al cantante ya no le daban tanto los pulmones, o que simplemente tenían que subirle el volumen al micrófono de Billy en las partes donde cantaba más suave para que su voz no se ahogara en la instrumentación. Son cosas que, nuevamente, no empañan el show, pero que quizás no ayudaron a la experiencia en su totalidad.
Pero el show en su suma fue un total éxito. Mención especial a la banda que apoya a Billy Idol, en especial al genio que es Steve Stevens, su guitarrista desde 1981 y quien deleitó a la audiencia con un par de solos que incluyeron guitarra flamenca (descomunal interpretación), un guiño a Stairway to Heaven de Led Zeppelin, saltar a lo Chuck Berry con la guitarra en el escenario y tocar la guitarra detrás de la cabeza y con los dientes a lo Jimi Hendrix. El público estaba anonadado “Grande Steve c*liao” se escuchó en el público.
Cuatro cambios de ropa tuvo Billy durante el concierto para mostrar un poco las distintas facetas, desde los looks más punks que lleva a sus 66 años, al cuero, la seda y a mostrar las calugas y el pecho, que nuevamente, a los 66 AÑOS aún mantiene en excelentes condiciones. El artista lo sabe y el público lo sabe y lo pide.
El cierre del show fue con el temazo que le da título a su segundo álbum, y que fue descrito por Billy como su favorito, Rebel Yell. Todos los celulares en la cancha salieron a flote y los gritos del público rugían “more, more, more”. Es el tema ideal del repertorio de Idol para moverse por ele escenario y pedirle a las distintas zonas del público que canten con él mientras levantan el puño en el aire. “We can be here all night” expresó Billy Idol ante un público que pedía más y quería quedarse por más. Sin embargo ese era el cierre del show, o por lo menos, de manera inicial
Porque aún nos quedaba una canción más, la banda bajó del escenario para generar la tradición de pedirle al artista el encore, el bis. Y si bien puede que no haya sido tan fervoroso esa solicitud, la banda volvió al escenario para cerrar con White Wedding, de su álbum homónimo de 1982, que se hizo popular luego de su aparición (con Billy incluído) en la película de Adam Sandler, The Wedding Singer (1998). Y casi como un rezo la frase “it’s a nice day to start again” con la cual cierra la canción se hizo sentir como un resumen de todo lo que fue el debut de Billy Idol en Chile.
“I want to thank you the fans, for making my life, fcking amazing”, nos presenta a su banda y cierra oficialmente el concierto con “AND I’M BILLY FCKIN IDOL”.
Galería fotográfica por Ramón eMe Gómez/Lotus