La banda norteamericana, nacida de las cenizas del trío noventero de jazz rock, se presentará en un formato íntimo en el Teatro NESCAFÉ de las Artes el próximo 25 de febrero.
Por: Joaquín Reyes
Los años 90 en Estados Unidos destacaron por una corriente musical centrada en el rock lleno de intensidad. El grunge invadió las radios con sus guitarras distorsionadas, baterías llenas de eco y vocalistas que sonaban como una bomba de tiempo, tanto en voz como en movimientos en el escenario. Dentro de esta misma era explosiva del grunge, otras bandas buscaban generar su propio espacio y fueron recompensadas por su trabajo, convirtiéndose en grupos de culto. Estas bandas ofrecían una paleta sonora distinta a la de los grandes nombres del momento, como Nirvana o The Smashing Pumpkins, pero manteniendo la esencia alternativa de estas. Uno de los mejores ejemplos de esto es el trío Morphine.
Los tres de Boston aparecieron a principios de los noventa con una propuesta que, a primera vista, ya se notaba como algo muy particular. Fuertemente influenciados por el jazz y el liricismo de la poesía de los cincuenta, Morphine rompió con la estructura convencional del rock de la época. En cuanto a los instrumentos, Jerome Dupree (y luego Billy Conway) era la columna vertebral de las canciones con una batería que nunca se destacó por tener un ritmo fijo; la percusión siempre se acomodaba de manera precisa a las necesidades de cada tema. A veces suave, otras veces frenética, pero siempre sin perder espacio para brillar. En lugar de una guitarra, los riffs que acompañaban la voz eran obra del saxofonista Dana Colley. Como si tuviera aire infinito en los pulmones, varias composiciones destacaban por su virtuosismo con el instrumento, convirtiéndose en la estrella en muchas de ellas, dejando memorables solos que brillaban por su errática estructura, pero agradables al oído. La figura enigmática de Mark Sandman se encargaba de darle voz a cada tema, destacándose no solo por su tono grave y su puesta en escena, que evocaba la actitud "cool" de Lou Reed, sino también por su característico bajo slide de dos cuerdas, que alguna vez comentó haber creado así porque sus canciones solo necesitaban trabajar con las cuerdas inferiores del bajo. Esta curiosa combinación de instrumentos y personalidades hizo que Morphine fuera una banda que sonaba a algo completamente diferente a lo de la época.
Good y Cure for Pain son discos esenciales del indie noventero, que, como buena banda de culto actual, pasaron sin pena ni gloria a nivel comercial, a pesar de ser aclamados por la crítica. Canciones como "Good" y "Buena" destacaban por dar espacio a todos los miembros del grupo para brillar. Si Mark dejaba de cantar por un segundo, Dana y su saxofón no callaban, mientras la batería mantenía viva la base de la canción. Todo ello, además, acompañado de una línea de bajo simple pero pegajosa. "The Saddest Song" mostró cómo la aceleración podía ser reemplazada por melancolía y aún así ser una muestra icónica del talento de la banda. "Thursday" y "Mary Won't You Call My Name?" mostraban a la banda intentando ser punk, pero manteniendo la estética jazz de sus instrumentos, exponiendo la facilidad de Morphine para mostrar distintas facetas en cada canción. La fama de la banda creció cuando sus canciones comenzaron a sonar con más frecuencia en programas de MTV (como Daria y Beavis and Butt-Head) o en la televisión, como en The Sopranos, donde "Buena" sirvió también para cerrar un capítulo de la serie.
Cuando la banda estaba en su búsqueda de un modesto éxito comercial, Mark Sandman falleció repentinamente. Los tintes de su leyenda crecieron tras su muerte, ocurrida en medio de una presentación de Morphine por un paro cardíaco en Italia. El enigma de su vida, su influencia en la banda y lo que querían transmitir sus letras siguen siendo tema de discusión en círculos musicales hasta hoy. La banda no continuó después de su muerte.
Vapors of Morphine nace del deseo de rendirle tributo al ícono underground que fue Mark Sandman. En 2009, realizaron su primer show en el escenario donde Sandman había muerto 20 años antes. El músico Jeremy Lyons asumió el rol de bajista/vocalista que había quedado vacío. Ahora, Jeremy Lyons, Dana Colley y Tom Arey en la batería se encargan de mantener vivo el legado de Morphine más de 30 años después de su álbum debut. La nueva agrupación ha destacado por sus espectáculos en recintos íntimos, como bares locales en New England y teatros europeos. Además de rendir homenaje recreando los conciertos en los tipos de recintos que solían albergar a la banda en los 90, los norteamericanos también han lanzado material original, con los álbumes A New Low (2016) y Fear & Fantasy (2021), que incluyen canciones que forman parte de los shows en vivo de la banda, además del amplio repertorio noventero de Morphine. El trío ha pasado también por Chile, primero en el desaparecido Festival Maquinaria en 2011, y luego en el Teatro NESCAFÉ en 2014. Once años después, regresan al recinto que los albergó la última vez, este próximo 25 de febrero. Esperemos que, en esta próxima sesión, suenen con fuerza los clásicos, desde Good hasta la suavidad de The Night, además de los temas más recientes del tributo.