Lacrimosa regresó a Chile tras casi dos años de espera, y el Teatro Cariola se rindió ante una noche cargada de dramatismo, nostalgia y devoción gótica. Entre luces tenues y arreglos orquestales, la banda alemana liderada por Tilo Wolff ofreció un recorrido profundo por su historia musical, acompañada por una audiencia vestida de negro que celebró la oscuridad como un rito compartido.
Por: Paz Rojas G.
Fotos: Luis Marchant
La noche del 26 de mayo, Santiago se vistió de sombras. Una lluvia persistente —cómplice del presagio gótico— acompañó la llegada de los cientos de asistentes que, con atuendos negros, joyería oscura, velos y maquillaje ceremonial, repletaban las afueras del Teatro Cariola. El regreso de Lacrimosa a Chile, tras casi dos años de ausencia, no era solo un concierto: era un rito.
La apertura fue precisa y emotiva: Tilo Wolff apareció imponente, mientras Anne Nurmi, con su presencia etérea, equilibraba la escena. El Theme de Lacrimosa marcó el inicio, invocando una atmósfera de reverencia, seguido de Avalon, el último single de los alemanes, que con su intensidad y dramatismo terminó de sumergir al público en un viaje profundo por el universo de la banda. Desde ese momento, la entrega fue absoluta.
El setlist fue un recorrido por las distintas etapas de la agrupación, con joyas como Alleine zu zweit, Lichtgestalt y piezas más recientes que resonaron con fuerza en una audiencia que no solo escuchaba: vivía cada palabra, cada acorde. El Cariola se transformó en un santuario donde la tristeza, la belleza y lo teatral se entrelazaron para, como bien anuncia la banda en una de sus canciones, celebrar la oscuridad.
Entre tema y tema, Tilo y Anne se mostraron cercanos, agradecidos, cómplices. Con humor, el vocalista compartió que habían disfrutado del pisco sour y del vino chileno en sus primeros momentos en el país, y que una vez más se sentían profundamente bienvenidos por el público local. La ovación fue inmediata, como un lazo renovado entre artistas y devotos que ha perdurado por décadas.
Entre los momentos más especiales de la noche se encuentra el debut en vivo de dos canciones de su más reciente álbum Lament, estrenado el pasado 7 de marzo. Las piezas Lament y Memoria fueron interpretadas por primera vez sobre un escenario, convirtiéndose en una grata sorpresa para sus seguidores chilenos. Con una sonoridad íntima, ambas composiciones se integraron de forma natural al viaje emocional del concierto.
El cierre fue coreado por el teatro con Copycat, un clásico de 1995 que sigue vigente en los corazones de los cientos que disfrutaron de la presentación. La lluvia, lejos de disiparse, volvió a acompañar a los asistentes en la salida, sellando una jornada donde cada detalle —desde el clima hasta la puesta en escena— pareció dispuesto para honrar la melancolía. En tiempos donde la estética gótica se considera marginal o nostálgica, Lacrimosa y su público dejaron claro que esta escena sigue viva, firme, latiendo con intensidad en este lado del planeta.
LACRIMOSA