Eterna Inocencia: 30 años de vivencia en una semana

La agrupación de Quilmes, fundamental en el hardcore argentino, regresa a nuestro país para ofrecer cuatro días de conciertos en Santiago, Quilpué y Concepción. A solo meses del 30.º aniversario de su primer disco, Punkypatín, la banda buscará capturar la euforia del público chileno con diferentes setlists en las dos noches que se presentarán en Sala Metrónomo.

Por: Joaquín Reyes

Una pasión irremediable por expresar en canción las distintas vivencias de la juventud, dentro de una atmósfera de incertidumbre política y social en Argentina, pero con mensajes que nos golpean a todos como un saco de cemento, fue el pilar principal que llevó a que un grupo de adolescentes de una ciudad ubicada a 50 minutos (en autobús) de Buenos Aires formara una banda con un nombre que invita a vivir con pureza, a pesar de los distintos panoramas desoladores. Punkypatín marca el inicio de una trayectoria que ha mantenido viva la llama del espíritu underground, no solo en Argentina, sino en toda Latinoamérica.

Diseñar álbumes desde cero, producir de manera independiente y gestionar sus propios conciertos son parte del código "Do-It-Yourself" (DIY) que Guillermo Mármol y compañía han seguido desde el nacimiento de Eterna Inocencia. Su primer disco está marcado por letras que denuncian injusticias alrededor del mundo, la política negativa de la época (cuya prosa podría pasar desapercibida como actual), y las experiencias del under a través de la brisa del viento en skate. Pero, fundamentalmente, destaca el objetivo central de la banda: transformar el dolor de la injusticia en un grito de motivación, como un amigo que levanta a su compañero tras un mal rato, como se siente en Let’s Start The Sunrise Together.
Hace casi 30 años, estos mensajes eran compartidos a través de cassettes distribuidos en la clandestinidad, con una producción cruda que sonaba como un camión desbocado: baterías al borde de reventar y guitarras distorsionadas que a veces opacaban la voz de Guille. Cantaban en inglés, lo que podía hacer pensar que se trataba de una banda de hardcore melódico norteamericano, una decisión creativa que marcaría sus producciones noventeras. Sin embargo, esto no impide que sus fans, de ambos lados de la cordillera, canten estos temas con fuerza en la actualidad.

El estatus de leyenda del hardcore argentino se consolidó con sus producciones de inicios de los 2000. A los que se han apagado es un proyecto con tonos de soledad y desesperanza más marcados que en sus discos anteriores, con una producción independiente enfocada en transmitir emoción en un mundo que parecía carecer de ella. Cambiando el inglés por su lengua madre, canciones como Inconmovibles, ya hemos construido el muro... y Golpes secos retratan personajes dañados, pueblos fríos y desolados. Aun así, la canción que da nombre al álbum es un verdadero golpe anímico dentro de tanta injusticia: un llamado a caminar de frente hacia el destino que cada uno forja, rindiendo tributo a quienes no lograron vencer la adversidad, ya sea psicológica o impuesta por los tiempos. Entre estas composiciones, se encuentra una de las letras más bellas de EI, una oda a la acompañante en tiempos oscuros: Le pertenezco a tus ojos.

El siguiente proyecto de la banda, La palabra y los ríos, significó un cambio considerable en su sonido. La producción se volvió más limpia, la distorsión disminuyó sin sacrificar la muralla de sonido, y la voz de Guille se escuchaba más clara que nunca. La furia de sus primeros discos dio paso a una melancolía sin perder la crítica social. Era una evolución natural: tras una década de vivencias, podían abordar con más peso tópicos como la nostalgia (A Elsa y Juan) y el desamor (Trizas de vos, Viejas esperanzas). Fue un punto de inflexión en su carrera, con letras que golpeaban como un puñal en el corazón, dignas de ser coreadas con una lágrima en la mejilla en sus conciertos de aniversario realizados el año pasado en nuestro país.
Sus discos posteriores reflejan la madurez que han alcanzado con los años, a veces volviendo a la crudeza de los 90, como en Entre llantos y antigales o en su más reciente y potente producción, No abran bien las flores.

La relación de la banda con Chile se ha fortalecido desde su debut en la histórica Discotheque Milenium en 1999. La amistad con el público chileno parece inquebrantable, casi hecha de diamante y forjada por la garra de una juventud rebelde que caracteriza a ambos países. Desde entonces, Eterna ha tocado en todos los rincones posibles de Santiago, desde clubes como el Chocolate y Rockola, hasta teatros como el Cariola y el Coliseo. Incluso la Casa Central de la Universidad de Chile vibró con sus canciones en medio de una toma estudiantil, donde la banda, formada por ex-jóvenes que alguna vez quisieron cambiar el mundo, presentó sus himnos a una nueva generación con el mismo descontento. Su gira de 2023 y 2024 fue un hito, recorriendo de Iquique a Punta Arenas, en un gesto de agradecimiento por el amor incondicional de su fanaticada chilena.
Ahora, a medida que se acerca el 30.º aniversario del inicio de su leyenda, la banda regresa a Santiago para presentarse en la icónica Sala Metrónomo. Con dos conciertos de setlists distintos, buscan satisfacer tanto a los fans de siempre como a quienes nunca han tenido la oportunidad de verlos en vivo. Sus seguidores son fieles, alimentados por gritos de guerra que iluminan la oscuridad de la mente. No fallan en un concierto de EI y, sin duda, esta no será la excepción.

¡NO SE PIERDAN A ETERNA INOCENCIA EN SUS DOS NOCHES EN SANTIAGO! 6 Y 8 DE MARZO. ¡ÚLTIMAS ENTRADAS (Ticket diario y abono) DISPONIBLES EN PUNTOTICKET! Produce Transistor.