Anoche, el Club Chocolate se convirtió en el epicentro de una fiesta cargada de nostalgia, guitarras angulosas y gritos catárticos. Clap Your Hands Say Yeah, banda esencial del indie rock de los 2000, aterrizó en Santiago para conmemorar las dos décadas de su aclamado disco homónimo, tocándolo íntegro ante un público que parecía haber crecido junto a esas canciones.
Por: Joaquín Bravo
Fotos: Luis Marchant
La velada comenzó con Jumper Joy, banda local que supo calentar los ánimos con un set breve pero certero, en sintonía con la atmósfera de revival que se respiraba en el ambiente. Un preámbulo perfecto para lo que estaba por venir.
Pocos minutos después, Alec Ounsworth y compañía tomaron el escenario y, sin rodeos, comenzaron a desmenuzar Clap Your Hands Say Yeah (2005) de principio a fin. El álbum, que alguna vez fue rito de iniciación para los adolescentes melómanos de la era bloguera, sonó con una fidelidad sorprendente. El vocalista mantuvo intacta esa voz temblorosa y casi disonante que definió a toda una generación del indie.
Lanzado de forma completamente independiente, el disco debut fue uno de los primeros fenómenos virales del indie en internet. Sin sello, sin promoción tradicional y con una producción lo-fi, logró llegar a miles de oídos gracias al boca a boca digital, en una época donde descubrir música era una travesía entre foros, blogs personales y recomendaciones por mensajería instantánea. Su irrupción marcó un quiebre: ya no se necesitaba una disquera para hacerse escuchar, y eso lo volvió aún más valioso para quienes crecieron con él.
El recinto, completamente lleno, vibró con un público mayoritariamente sobre los 30 años, muchos de ellos coreando cada letra como quien recita capítulos de su propia adolescencia. También se dejaron ver algunos rostros más jóvenes, probablemente curiosos por descubrir en vivo una joya de culto que, en su momento, era infaltable en cualquier introducción al género.
Alec Ounsworth, solitario arquitecto de la banda cargó con el peso emocional del show desde el primer acorde. Su particular timbre —frágil, errático, a ratos desconcertante— sigue siendo su mayor sello, y su presencia escénica, más introspectiva que carismática, reforzó la idea de un músico que nunca buscó ser una estrella, sino un canal. Dos décadas después, su entrega sigue siendo igual de genuina.
El ambiente fue íntimo pero cargado de intensidad. La iluminación mínima, los silencios entre canciones y los gritos espontáneos crearon un clima de comunión. Se vieron abrazos entre amigos, parejas cantando a todo pulmón y ojos cerrados que parecían viajar en el tiempo. Incluso en los momentos más enérgicos, el respeto por lo que estaba ocurriendo en el escenario era palpable. Más que un show, se sentía como un reencuentro colectivo con una parte olvidada de uno mismo.
El momento de mayor descontrol llegó, como era de esperarse, con “The Skin of My Yellow Country Teeth”, desatando una euforia colectiva que transformó el espacio en un pequeño caos emocional y físico. Fue el punto más alto de un set que, lejos de quedarse en el homenaje nostálgico, supo mantener una energía fresca y contagiosa.
Tras la ejecución completa del álbum, la banda regresó para un breve encore con canciones selectas de otros discos: The Tourist aportó temas como “Fireproof”, “Ketamine and Ecstasy” y “A Chance to Cure”; Some Loud Thunder se hizo presente con “Satan Said Dance”; y New Fragility (2021), su trabajo más reciente, cerró la noche con las reflexivas “Where They Perform Miracles” y “Better Off”. Incluso hubo espacio para una sentida versión de “You Can’t Put Your Arms Around a Memory”, clásico de Johnny Thunders que reforzó el tono nostálgico del concierto.
A diferencia de otras bandas de su generación que se quedaron estancadas en la memoria, Clap Your Hands Say Yeah ha seguido componiendo con inquietud. Si bien el foco del show fue el aniversario del primer disco, los temas nuevos se sintieron coherentes y cargados de intención. El paso del tiempo no ha desgastado su propuesta: más bien, la ha expandido hacia terrenos más reflexivos, sin perder la esencia.
Fue, sin duda, una noche irrepetible. Clap Your Hands Say Yeah demostró que el tiempo no ha erosionado su esencia. Por el contrario, la reafirma: siguen sonando como hace veinte años, pero ahora con la resonancia emocional que sólo el paso del tiempo puede añadir. Un reencuentro vibrante con la memoria, y una celebración del presente que aún late en sus canciones.
CLAP YOUR HANS SAY YEAH
JUMPER JOY