En la segunda jornada de Lollapalooza Chile, el cierre nuevamente estuvo a cargo de un número femenino. Alanis Morissete se entregó con carisma y soltura ante un público diverso que se emocionó en cada momento.
Por: Matías Muñoz
Fotos: Eme/Lotus
La gira que trae a Alanis Morissette celebrando los 30 años de “Jagged Little Pill” podría estar cargada de nostalgia cliché o un repaso superficial del álbum, sin embargo la artista es capaz de entregar un show completo donde cada una de sus etapas cuenta. Así, Alanis Morissette repasó canciones como “Hand in My Pocket” y “Right Through You” de entrada.
Con el público ya en el bolsillo, Morissette se movía de ancho a ancho sobre el escenario como en sus mejores tiempos y con una energía única que ha sido siempre su sello. Y es que su presencia, carisma y sonrisa encanta a cualquiera que escucha su voz suave y desgarrada en pasajes tenues y otros más rockeros donde con guitarra en mano se funde con su banda. Alanis es heredera de una tradición noventera donde fue capaz de romper prejuicios e instalarse como una solista con actitud.
Dueña de diferentes himnos, Morissette sabe cómo preservar la energía de canciones como “Ironic”, que encantan de manera transversal. Como un artista más que influyente, la canadiense es hoy en día una figura fundamental para, por ejemplo, generaciones nuevas que rescatan su esencia como Olivia Rodrigo. No es casualidad que puedan coincidir en tiempo y estilo y tampoco es casualidad que Morissette se mantenga vigente hasta el día de hoy.
Si bien cerrando el escenario Banco de Chile era un acierto como plato fuerte, a ratos su preferencia por las baladas en el setlist parecía atenuar la energía que proyectaba, bajando la intensidad y deseando que esas interpretaciones sucedieran o con luz solar o bien en un recinto más íntimo. No obstante, clásicos como “Uninvited” y “Thank U” fueron capaces de hacer reconectar al público y acompañar así el final de su show.